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Todos vivimos algo que nos cambió tanto que no volvemos a ser los mismos.

Livana.

—Va a estar todo bien ¿de acuerdo?— escucho a mi abuela Lina a mi lado.

No quise venir con Mateo porque había pasado mi tiempo de "desahogarme" y ahora me estaba dando mucha vergüenza todo lo que él sabía.

—Lo sé— le digo.

—Señorita, puede pasar. Usted, por favor, espere aquí afuera— le dice una chica a mi abuela.

—Claro— sonríe y me levanto.

Abro la puerta y frente a mi aparece un señor mayor.

—Buenos días, señorita Lodge. Tome asiento— obedezco y me siento frente a él.

—No estoy loca— le digo antes de que hable.

—Lo sé. Los locos son tratados por psiquiatras. Soy el doctor Rooney, psicólogo, mi especialidad es la mente humana pero no en el ámbito de la locura.

—De acuerdo— cruzo los dedos sobre mi falda a la espera de que lea mi informe.

Miro toda la habitación.

Es una oficina normal. Las paredes son azul celeste, grandes ventanales detrás de su silla, y una mesa que nos separa.

Sobre el escritorio tiene una foto donde aparece él, un chico de unos veinte años, y... mi profesora de Filosofía.

—Bueno, comencemos. No voy a decirle que autolesionarse es malo, porque, es obvio que usted lo sabe ¿no?

Asiento.

—Mejor cuénteme cómo llegó a ese extremo. ¿Qué ocurrió?

—No me siento muy cómoda hablando de esto.

—La entiendo, tómese todo el tiempo que necesite.

Se pone a leer el expediente y respiro profundo.

—Todo empezó con mi padre...

(...)

Una hora más tarde cuando termino de contarle todo sobre las golpizas repentinas de mi padre, que me obligaba a adelgazar, el bullying en la escuela, y el incidente con Ian, miro a los ojos al doctor.

—Es que lo que pasó no-

—Vamos a empezar aclarando algo— me interrumpió— No llamarlo por su nombre no va a borrar el hecho de que fue real.

—Lo sé.

Lo que pasó fue abuso sexual.

Apreté los puños.

—Lo sé.

Abuso sexual.

Por tanto tiempo borré esas palabras de mi mente porque si no las pronunciaba significaba que no había sido para tanto, que podía seguir escondiéndome tras el muro de mis miedos y seguir diciendo que nada pasó, que sólo fue exageración.

Nunca las pronuncié por una simple razón: no quería enfrentarlo.

—Eso fue algo que me marcó mucho— le digo— En todos los sentidos, acabó con la poca seguridad que había en mi.

—No puedes dejar que algo como eso marque tu vida para siempre. Eres fuerte, y joven. Lo superarás. Entre los dos lo haremos, y el primer paso para eso es que asumas que tu no tuviste la culpa. ¿Entiendes?

Asentí y luego bajé la cabeza avergonzada de lo que sucedió hace algunas semanas.

—¿Esto... ha vuelto a ocurrir?— cierro los ojos porque eran las palabras que temía.

¿Por qué fuiste mi luz?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora