CAPÍTULO 23

26 3 0
                                    

81 horas antes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

81 horas antes

Dayla

Nos reunimos en la ubicación que le proporcione. Estamos en un restaurante concurrido con ventanas por todo lado, cámaras que vigilan el área y seguridad inteligente. Todo proporcionado por un servicio incluido que nos ofrece una sala sin mayor público, ubicada en el segundo piso. Me encuentro apoyada en la barandilla, atenta a que los minutos corran a una intensidad perfecta, que ninguna de mis energías se apague, que mi iris no se despiste, y este aparente desliz de consciencia sea una artimaña. Tengo la mirada baja y oculta, mientras mi ojo derecho se desvía a la entrada del hombre que se cree mi hermano.

Él se adentra al espacio desde que pisa el último escalón de la alfombrada escalera. Pablo Anderson porta unos pantalones que contrastan a su playera negra que divide un hueco en todo alrededor de su pecho. Observo unas señas que repercute en mi sistema, donde mis fibras sensibles ruedan en mi mente. Señas de cicatrices que yo podría conservar si es que no me hubiera curado siempre. Con cada golpe, con cada dolor. No me quedaba sentada a que este se expanda, a que mi alma se convertiera en oscuridad. En cambio, me dirigía al hospital, las sanaba, buscaba alternativas para borrar estos recuerdos. Quizá me servía pasear, recolectar pruebas, mas nunca era un "me rindo" en la oración o un " quiero convertirme en un monstruo"

Sin embargo, cómo la ceja de Pablo se frunce de misterio, de intriga; me hacen apaciguar que estas cicatrices las guardo para denotar el hombre que quiere ser, la persona capaz de ver el mundo en naranja, en fuego si es posible.

— Dos años, dos años sin cruzar palabra alguna. Extrañé tus agradecimientos por el último favor que te hice, el cual por supuesto no supiste recompensar.

Él nicia la conversación de repente en cuanto sus pasos se acercan a mi figura.

Así que era esto... Solo porque no supe cumplir con su orden. No pude vengarme de una mamá que fingió su muerte, ni de un chico que odiaba mentirme.

— Me quitaste mi ruido, me arrebataste el descanso que iba a cavar para ese señor ¿Por esto? — Perpetuo en el ambiente una carcajada viscosa, que resuena. No una somnolencia burla que tanto me caracteriza, sino la incredulidad que desencajan con un hijo de puta que me hizo elegir entre el cerebro y el corazón.

— Valoro la puntualidad que trajiste, así que no empieces con tus juegos de niñata, solo vengo por una jugosa propuesta— dice con jocosidad, sin importarle en absoluto mis palabras.

— Que no aceptaré.

— Lo veremos...

No lo dejó continuar cuando pruebo con la mirada levantada en un frente a frente que subleva nuestro pie en lo alto del restaurante. Sé que está recorriendo cada centímetro de mi caída, de mi error, y lo disfruta. Aunque capto que ese gozo no se debe a un previo hecho que lo provocase, sino a la sorpresa.

Consciencia X Impulso © [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora