CAPÍTULO 5

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Dayla

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Dayla

— Que salí para ver dónde carajos se escondía— aclaro por centésima vez.

— No te pedí eso— gruñe.

— Quiero hacerlo, quiero acabar con él.

Sé perfectamente que estas palabras le iban a interesar porque es algo que por sus 26 años ha buscado.

Dos hombres en toda su vida me han mentido descaradamente sobre su edad, aunque uno me importo más que el otro.

— Dayla— me desafía con su mirada loca—. Tú haces lo que yo quiero

Acaricia mi mejilla bruscamente, odio ese contacto pero forzó una mueca agradable. Forzar, recrear, algunos verbos que debí usar a mi favor.

— ¿No me escuchaste? Lo encontré.

Encontré a mi chico mentiroso, a quién admito me hace sentir a pesar que llevo conmigo una avalancha de negativa. A quién tome el impulso de besarlo, tanto para que otros no sospecharan y porque lo extrañé demasiado para nuestro propio bien.

Todos los días miraba la puerta con fuertes ganas de escapar, de tal manera que nuestro encuentro sea en menos días.

Aunque aclaré una fecha aproximada, sabía que de esa semana no pasaba. Solo debía deshacerme de esta mierda andante. Y lo hice, adjunte un negocio para que largará lejos, pese a que este reclamo indique que no fui lo suficientemente cuidadosa con esos cinco guardaspaldas que rodean el perímetro.

— Encontré al chico que tú y tu familia tanto odian— tantee la situación.

Con ese carácter de burro amargado, la esposa que creó se comprometía a actuar pasivamente.

Realmente lo intentaba...

Estaba debatiendo internamente si dejarme hablar o zanjar el tema reclamandome actuar por mí misma.

— ¿Por qué no lo consultaste antes?

— Porque jodi— me callé abruptamente.

Apresó mi muñeca con dureza y recita sus advertencias que me recuerdan al único monstruo que conocía.

— Porque sabía que no ibas a hacerme caso, yo tenía que traer pruebas.

Quito mi vista de sus gestos, me agota seguirlos así que simplemente miró sobre su hombro intentando hallar dónde está...

— Ya suéltalo.

Sin esperar que se arrepienta y siga el camino de la bestia encabronada, hablo.

— Vive en California, cambio de aspecto pero...

—¿Pero?

— No sé cuál es su verdadera imagen.

Suspira o bufa como el toro que es.

Consciencia X Impulso © [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora