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Azier

Un despertar más debajo de un chorro de agua que logra levantar mis pesadas ojeras. Técnicamente vigilo que es de día por el sol que trae el cielo a la ventana, cubriendo la mitad de mi cuerpo desnudo.

No he dormido nada , más que las dos horas que supongo llevo en la bañera. O eso creo, ya que la luz está tan resplandeciente solo me indica una hora específica: las 7 de la mañana. Una hora para echarme en mi cama y dormir todo el día. Vamos a ver, actúo como zombi por la infinidad de café tomado en la madrugada.

Café que me despeja de los simples pensamientos tortuosos. He vuelto a fallar, hace poco me dieron la noticia que el caso cerró, dando pase libre al asesino.

No puedo dormir tranquilo, sabiendo que un criminal está suelto y con la certeza que podría atacar a Dayla en cualquier momento. Mi corazón me grita que la busque, sin embargo mi cabeza reitera que ya lo intenté.

Y su celular estaba desconectado, no respondía los mensajes. El director de la escuela de Biden me indica que ya no la ve pasar por las calles y la escuela ha acabado hace un año.

Doce meses sin verla, a lado de una ligera sensación de molestia por añadir un poco de peso a mi mochila de culpa. Sé que igual no fue ella, la del mensaje; sin embargo mi mente que imploraba descanso luego de buscar pistas por doquier no está conforme con haber sabido la verdad y no haber podido probarla, ni desenmascararlas para otros.

Meses desperdiciados sin poder comprobar que Pablo había mandado a asesinar a Scarlett con su madre, meses compartiendo una amistad que luego se desparramó al hallar los resultados. Meses viviendo con unos padres que apenas charlan entre sí.

Porque, tal cual cómo lo predije: La familia sin Scarlett no iba a ser lo mismo. Mónica se encierra. Su esposo y mi padre trabajan cuanto pueden. Mientras yo salgo a cascadas, centro comerciales, con Anne y en ocasiones me pierdo buscando un trabajo para sobrevivir.

— Vivir, sobrevivir. Creí haber encontrado la diferencia...

He perdido valiosos momentos de certeza, cambiandolos a incertidumbre. No sé qué hacer con mi vida de ahora en adelante. Hace unos días, tenía la investigación y los juicios encima.

Hasta que terminó sin dejarme disfrutar de ver una victoria. Porque la sonrisa de Anderson no escapa, su decepción no era vista y hoy en día me enfurece no haber conseguido su derrota. Ya que siempre será así, es nuestra victoria y su derrota o el fracaso y su gloria.

Las manos me tiemblan con tanto enredo, más con la idea que perdí otra batalla para ambos.

— Azier, sal de tu cuarto... Necesitamos hablar- retumba el cerrojo, indicando apresura- Azier, te espero abajo.

Me levanto del agua, y de frente lavo mi rostro descuidadamente. Omito echar un vistazo a mi look de amanecer. Sigo con la tarea de cambiarme: unos pantalones marrones, la camisa verde que me obsequió Dayla.

Sin más, abandonó mi especial refugio. Aquí puedo encerrarme por horas, con un debate mental si continuar una conversación interna o un baño que me deje sin respiración algunos segundos. Puedo estar loco, pero ducha con música y forma de distraerse, termina por ayudarme. Por lo menos es la manera que un chico con trastorno mental cree.

Me encaminó por las paredes de madera a un intenso intercambio de frases cortas e incómodas. Ya no es lo mismo, esa confianza de lo cotidiano se ha esfumado.

Mi entorno se ha esfumado, dejando de permanecer. Por eso cuando despedí a Exa, le dije que yo obtuve todo. Todo: familia, amigos, posible novia...

Yo gané y sí, luego de batallar entre mi mente y mi alma, quedé en escombros.

Ahora muchísimo más.

Consciencia X Impulso © [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora