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Llovió bastante ese día, tanto que el señor Jones se resfrió, una excusa perfecta para estar acurrucado en Ainhoa mientras ella le acariciaba la cabeza.

–¿Estás mejor?
–No, necesito más caricias.
–Cuentitis aguda es lo que tienes tú.
–No sé qué es eso, supongo que algo en español, pero... sí, sufro de ello.
–Pues sí, aunque de sufrir nada monada.
–¿¡Quieres dejar de usar lenguaje español!? –exclamó con un intento de hablar castellano.
–¡Jajajaja! ¡Ay, qué risas!
–Calla y mímame, que soy mayor ya.
–¡Ni que tuvieses ochenta! ¡Si no llegas ni a cincuenta y tres!

En ese instante, Indy se volteó y contestó:
–Treinta y cinco. Es lo mismo, pero con los números invertidos.
–Claro, porque todos sabemos que dieciséis y sesenta y uno es lo mismo.

Tras fijar sus miradas el uno en el otro, acabaron en carcajadas. Tras diez segundos riéndose, Jones depositó un corto beso en la boca de su amada.
–Ni el oro compensaría tu perdida preciosa.
–¿Y un libro sobre arqueología?
–... No he dicho nada.
–Vaya, pues sí que me quieres –rodó los ojos.

Tras una sonrisa de ambos, él se volvió a acurrucar en ella.
–Te amo Neferet.
–¿Es una invitación para una boda?
–Si usted la quiere... –dijo con su famosa sonrisa ladeada.
–No me tiente señorito.
–Ya es tarde.

Cuando se iban a volver a besar, Sinara los interrumpió:
–¡Indy! ¡No la beses! ¡Sale con otro!
–¿¡Qué!?
–¿¡Perdona!? Eso es mentira Indy, ni caso.
–¡Está embarazada y no es tuyo!

En ese momento, Ainhoa se acordó.
–Mierda...

Sin poder decirle nada, Indy se fue. No supo nada de él durante todo el día, sólo supo que había estado llorando tras saber la noticia y que Sinara le estaba intentando consolar.
–Hija de... –maldijo Neferet.

Indiana Jones y Las Ruinas De Kowloon (The Walled City)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora