20

103 9 9
                                    

–Y aquí vais a dormir.
–Muchas gracias Sinara, ha sido todo un placer que nos acompañaras hasta el alojamiento.
    Si alargaba las frases, era para que Indy no las entendiese: lo logró con éxito.
–A saber qué coño dicen... –pensaba Indy sintiéndose inútil.
–¡Adiós!
–¡Adiós!
–Ah, eso sí lo he entendido, bye!

Sinara salió de la habitación donde dormirían y Ainhoa cerró la puerta. Sinceramente se sentía un poco incómoda en la habitación a solas con el profesor Jones.
–Y dígame señorita Neferet... –contestó desabrochándose los botones de su camisa con voz sensual– ¿Le gustan las prácticas sexuales primitivas?
–Me gusta una buena taza de café y un buen libro, así que ponte la camiseta y métete en la cama como una persona civilizada.

Jones, furioso por su respuesta, se metió en la cama refunfuñando y empezó a leer un libro de arqueología: su gran pasión.
–Es raro que una mujer sea tan difícil, las conozco difíciles pero no tan complicadas –Secamente, acabó su frase pasando la hoja del libro bruscamente.
–Ten cuidado con las hojas, trátalas con cariño, no son una serpiente.
    Del enfado, cerró el libro.
–Usted se cree el centro del mundo ¿no? Pues para que sepa, ¡no me gustan las insoportables!
–¡Te pasas la vida hablando de arqueología, sexo y mujeres!
–¿Acaso hay más vida fuera de eso?
–Libros Indiana, familia, conversaciones estúpidas que a veces hacen falta, confesiones...
  Neferet parecía dolida, tanto que se dio media vuelta; cerró su libro, apagó las luces y, sin tomarse el café que tanto quería, se quedó dormida. Esto le tocó profundamente a Henry.
–Ainhoa...

Indiana Jones y Las Ruinas De Kowloon (The Walled City)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora