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Tras hacer tiempo durante dos horas, llegó el momento de coger el avión rumbo a Hong Kong.
    Ambos estaban emocionados a la vez que nerviosos, ese viaje podía acabar siendo un hecho histórico. Podrían encontrar las ruinas de la muralla construida a base de calaveras humanas, algo que nadie habría encontrado jamás.
    Por mucho que pelearan, los dos se llevaban bastante bien, aunque tuvieron que sacar una camisa de la maleta de Indy para poder entrar al aeropuerto. Cómo no, Ainhoa se burló.

–¿Ves? Era escándalo público.
–Escándalo público dice, lo que hay que oír…
–Bien, pues… tú primero –dijo ella señalando la puerta.
    Al notar que tenía miedo, Indy sonrió y le contestó:
–Las damas primero.
–No no, los hombres primero, la mujer va detrás para que no la atosiguen.
–Ay qué mujer… Entendido preciosa, no tengas miedo, anda, dame que llevo las maletas.
    Suspirando se la ofreció y, una vez llegaron, les dieron los billetes a las azafatas que rápidamente arrancaron un trozo.
    Una vez dentro del avión, Indiana empezó a recordar algunas cosas de sus anteriores viajes en ese tipo de transporte.
–No tenía billete, jeje… –comentó mientras se ponía el gorro encima de la cara para dormirse.
    Ainhoa, al escucharlo, preguntó: –¿Eh? –Al ver que ya estaba dormido decidió dejar la conversación y empezó a leer el libro que había preparado para el viaje; un libro de más de dos mil páginas donde contaban la historia de Egipto completa con cada detalle.
    La portada era luminosa; la portada era una pirámide hecha con pequeñas piedras relucientes cual reflejo le cegó a Jones, lo que hizo que se despertase.

–¡Ostras, perdona, no quería despertarte!
–No, si… no pasa nada, tengo horas para dormir… ¿Qué es eso?... –preguntó somnoliento.
–Un libro con más de dos mil páginas donde cuentan la historia de Egipto.
–Ah, genial, qué divertido –contestó con sarcasmo.
    Al escuchar eso, Neferet cerró el libro de golpe y empezó a discutir con él.
–¿Cómo que te aburre? Esto es historia, ¡no buscar cachivaches por el mundo!
    Apuntándole con el dedo índice, se enfadó. No le gustó nada eso que acababa de decir.
–¡Esos cachivaches valen mucho más que todos tus libritos de historia juntos!
–¡Por lo menos esto se conserva mejor que esas cosas antiguas a las que llamáis tesoros!
–¿¡Esas cosas antiguas a las que llamamos tesoros!? ¡Son tesoros Nefetonta!
–Indimbécil, ¡última vez que me faltas al respeto!
–Sabía que me ibas a amargar el viaje, ¡lo sabía! –exclamó dando un golpe al asiento delantero.
–Eh… Pareja, ¿podrían hacer menos ruido?... –preguntó una azafata, a lo que ambos le miraron con el ceño fruncido.
–¿¡Pareja!? –gritaron los dos a la vez.
    Como aún no habían despegado, por votación mayoritaria los echaron del avión.
    Mientras Ainhoa siguió leyendo, Indy miró por el cristal del aeropuerto cómo despegaba el avión sin ellos.

–Es que esto sólo me puede pasar a mí…
–Y a mí también –levantó la mano.
–¿¡Puedes dejar ya el puto libro!? ¡Tenemos que llegar a allí como sea!
–Ya sé, ¡podemos llegar en avión!
–¡No me digas! ¿¡En serio!? –preguntó con sarcasmo.
–Sí, ¿qué pensabas pues?
    Sin dar crédito, alzó el puño con un gesto violento: sabía que no la iba a pegar pero, cuando Ainhoa cerró su libro y miró al frente, Indy cambió de postura enseguida.
–¡Ya sé, yo tengo un avión en Egipto!
–¿¡Te crees que me voy a ir a Egipto para coger tu avión e irnos a Hong Kong!? ¿¡Me tengo que recorrer todo el puto mundo para llegar a Kowloon!?

Ella resopló, y sin decir nada se levantó del asiento de espera para dirigirse a una cabina de teléfono mientras Indiana no daba crédito de lo que acababa de suceder.
    Tras unos minutos, llegó.
–Bien, a casa que mañana nos recoge mi padre. Es piloto.
–Genial, un pirado va a venir desde Egipto para llevarnos a nuestro destino.
    Enfadada, le señaló desde muy cerca.
–Tú no me dejas meterme con tu madre, no te metas con mi padre. ¿Te queda claro?
–Sí –contestó firmemente un poco nervioso.
–Bien, venga, ahora a casa.
–No podemos, mi padre hoy no duerme en casa y yo no tengo la llave, no quería llevarla al viaje.
–Genial, pues… –Le miró con una sonrisa bastante extraña, como si tramase algo.
–¿Qué?... Ah no, no no y no.
–Venga, ¡seguro que al director no le importa que su profesor favorito duerma en su casa por una noche!
–¡Ni de coña!
–Bueno, pues nada.
–Genial.

Agarrando las maletas, salieron del aeropuerto y pasaron por la universidad, donde vieron a Tom.
–¡Profesor, señorita, he clavado el examen! –exclamó el joven entusiasmado.
–¡Felicidades Tom, me alegro de que hayas sabido todo!
–Gracias profesor, ¡os debo una!
–¿Nos debes una?... –susurró Ainhoa.

Indy vio cómo se iba su alumno muy feliz, pero dejó de sonreír al ver a Ainhoa mirando a Tom fijamente.
–¿Qué pa… –al entender la situación, frenó en seco– Ainhoa ni hablar, es mi alumno, no no y no.
–¡Tom oye, ven! ¿Nos harías un favor?
–¡Claro que sí!
–¡Ainhoa la madre que te pa
–¿Sabes de algún sitio donde podemos dormir una noche? Es que no tenemos las llaves de su casa –señaló a Indy, quien al escuchar eso se tranquilizó.
–¡Claro! Buscad el hostal El Alojo, es muy bueno y se está muy bien.
–Muchísimas gracias Tom, ¡adiós!
–¡Adiós!
    Una vez se fue, Ainhoa miró a Indy.
–¿Qué pensabas que le iba a preguntar?
–Mejor… déjalo…

Indiana Jones y Las Ruinas De Kowloon (The Walled City)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora