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Aún faltaba tiempo para que apareciese el padre de Ainhoa, por lo que se sentaron encima de la cama.
    Ainhoa leía el libro, y como Indy se aburría decidió darse una ducha.
–Voy a ducharme, no mires –acentuó las últimas dos palabras.
    Ainhoa, indignada, cerró el libro.
–¿Pero tú quién te has creído que soy? –preguntó enfadada.
–Ainhoa Neferet, la experta historiadora que de vez en cuando abre la puerta del baño cuando me estoy duchando.
    El arqueólogo levantó las cejas subiendo la mirada para visualizarla. Ella no dijo nada y abrió el libro.
    Aprovechando que estaba al lado de ella le dio un beso de sorpresa pero no indeseado y la historiadora se rió levemente.
–Ay señor Jones, le falta mucho para llegar a conquistarme –contestó pasando la hoja noventa y nueve de su libro de dos mil hojas.
–No hay quien la entienda –respondió el arqueólogo.

Una vez con la toalla en la mano, entró al baño donde cerró la puerta de un portazo pensando que ella estaba tras ella, pero desde la cama Ainhoa gritó;
–¡Que no voy a mirar, ni que fueras mister musculitos!
    Tras media hora leyendo mientras él se aseaba, salió del baño con tan sólo la toalla cubriéndole de cintura para abajo y se acercó a ella.

–¿Qué, soy mister musculitos o no lo soy?
–Más bien eres Indimbécil Junior intentando conquistarme –contestó con ironía.
–¿Si me quito la toalla delante de usted se enfadaría?
–No, le denunciaría por escándalo público –dijo ella sonriendo falsamente, algo que tentó al arqueólogo que apoyó su cuerpo en la cama con sus brazos.
–Acaso… ¿¡Vas por la página mil setenta y ocho!? –preguntó anonadado al ver lo rápido que leía.
–Lo que para ti es imposible de leer, para mí es un cuento infantil cielete.
–¿Cielete? Por fin algo cariñoso, ¿tendría que haberlo grabado o me lo repetirá más veces señorita Neferet?
–Puede ser que sí, puede ser que no, ¿quién sabe? A no ser…
    El Indy coquetón pasó a estar serio de un segundo a otro.
–A no ser qué.
–Cuando me lo termine, te lo lees.
    Señaló el libro que había cerrado pero tenía el dedo marcando en la página donde se había quedado para seguir leyendo en pocos segundos.
–¡Ni de coña voy a leerme ese pedazo libro!
–Pues te llamaré Indimbécil Junior el resto de tu vida, hala.

Ainhoa volvió a leer y, tras pensarlo tres segundos, le quitó el libro para empezar a leerlo. Ainhoa se lo quitó.
–Cuando lo termine, ¡cuando lo termine!
–¡Vale vale!
–Cazurro…
–Me ha llamado cielete… –susurró en bajo, pero Ainhoa le escuchó y se empezaron a reír tras mirarse durante dos segundos.

Indiana Jones y Las Ruinas De Kowloon (The Walled City)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora