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Nada más llegar, entró por la puerta gritando a cal y canto. Estaba muy pero que muy asustado, el hombre ya tenía una edad.
 –¡¡¡Padre!!!
–¡Junior! Qué alegría de que hayas venido, ¡no pensaba que colaría!
–¿¡Colaría!?
–¿Tú crees que si estuviese enfermo te hubiera llamado a ti? No, hubiera llamado a la ambulancia, no a mi hijo.
    Sin casi poder respirar, el profesor Jones Junior se tiró al suelo.
–¡Menos dramas y ven, que te presento a una joven!
–Estaba dando clases padre, ¡si me lo descuentan de mi paga se va a acordar de mis palabras! –amenazó su hijo, pero al padre no debió de darle mucho miedo.
–Que sí que sí, anda, levanta que vas a causar mala impresión delante de la chica.
    A regañadientes, se levantó y se quitó el polvo de la ropa.
–Demonios... ¿Hace cuánto no limpian este suelo? –preguntó molesto aunque su pregunta fue ignorada y se acercó a su padre mientras se quitaba el polvo de su traje.

–Mira Junior. Como me has dicho que te ibas a ir de viaje pronto y no quiero que vayas solo, te he conseguido una acompañante. Se llama Ainhoa Neferet, sentada en esa mesa está ni más ni menos que la mayor historiadora de la historia –alardeó ante su hijo para que se ofendiera, algo que no pasó.
    Mirándola de arriba abajo, sonrió pícaramente antes de que se olvidase de su padre y se acercara a ella sentándose en frente. Llevaba ropa barata, aparentaba cómoda y eso le dió una buena impresión por primera vez en años.
–Hola preciosa, ¿bebes? –preguntó seductor.
–Whisky del bueno.
  La contestación impactó bastante al profesor.
–Qué raro, las mujeres como tú no suelen venir a sitios como estos –Sonrió de medio lado agarrando una de las dos copas de una forma seductora.
–No suelo venir, pero mi amigo Henry me ha llamado.
  Se quedó impactado. Tanto, que escupió la bebida.
–Henry... ¿mi padre? –preguntó confuso.
–Oh, ¡entonces tú eres Junior!
–Indiana Jones si no te importa... –contestó arreglándose la corbata mientras carraspeaba.
–No me importa, tranquilo. Indiana Jones, bien, rarito pero… válido.
    Indiana carcajeó al ver que le resultaba extraño.

–Y dime, Ainhoa Neferet, ¿ese apellido? –preguntó curioso, no lo había escuchado en toda su vida.
–Egipcio, no es mi apellido real, pero durante muchos años mi madre estuvo en Egipto y allí me convertí en una aficionada de la historia – A la joven Ainhoa le salió una pequeña risa al recordar aquellos tiempos en su tierra natal.
–Interesante, muy interesante. Mi nombre real es Henry Jones,
–Pero le gusta que le llamen como al perro –añadió su padre.
    Mientras Indy se incomodó, Ainhoa se rió disimuladamente tapándose con la mano.
–Padre, nadie le ha invitado a esta velada –contestó con una sonrisa atacante.
–¿Y si vamos los tres?
–¡Ni en tus mejores sueños! –exclamó el profesor al recordar su última aventura junto a su progenitor.
–Perdónale Ainhoa, es la edad –se burló el veterano historiador.
–Ya veo ya –contestó ella empezándose a reír al ver la relación que tenían padre e hijo.

Tras despedirse de ambos, Henry se fue. Indy aprovechó para sacar su libreta.
–Bien, hablemos del viaje. Kowloon es un sitio peligroso, y más ahora que está en ruinas… –advirtió él.
–La verdad es que estoy un poco bastante ilusionada por este viaje, no lo he visitado en mi vida.
–Ya somos dos preciosa. Pero por lo visto, era una ciudad en medio de varios países que no pertenecía a ninguno de ellos y estaba construido por bloques de edificios donde abajo vivían los pobres y arriba las grandes mafias, un lugar curioso –añadió.
–Bastante, sí, pero ¿cómo podríamos entrar a allí?
–Es un sitio muy poco vigilado, la cosa será salir de allí, pero bueno, si encontramos el muro compuesto por quinientas calaveras de cabezas humanas saldremos ganando.
    El joven profesor le giñó el ojo.
–Ya, y qué hacemos, ¿lo llevamos? –preguntó ella de manera sarcástica.
–No, eso es prácticamente imposible, pero con llevarnos un par de calaveras y sacar unas cuantas fotos supongo que nos valdrá.
–¿¡Supones!? ¡No vamos a ir hasta allí para nada! –exclamó la joven historiadora muy indignada al ver que no tenía ni idea de cómo iba a salir.
–No vamos a ir hasta allí para nada, eres historiadora, supongo que estarás emocionada ¿no? –preguntó.
–Pues sí, sí lo estoy.
–¿Ves? Pues algo ya nos llevamos, esperemos que no aparezcan ‘los expertos’ y nos quiten lo ganado…
    Indiana pasó a tener la mirada perdida en el vaso de whisky mientras Ainhoa al escuchar eso tragó fuertemente, si lo decía era porque le había pasado.

–Mira que soy historiadora y nunca he oído nada sobre ese sitio, qué curioso…
–Lo mismo digo, dímelo a mí que soy arqueólogo…
–Con que luego los expertos no se lleven todo el mérito me vale –sonrió para relajar el ambiente.
    Al escuchar eso, al joven le entró una pequeña risa recordando otra aventura que tuvo.
–“Los expertos” no hacen nada, pasan de la maravilla que tienen entre manos. Me repugna ver a gente tan poco interesada trabajando en este circo.
    No se cortó ni un pelo, algo que transmitió sinceridad a la apellidada Neferet.
–Y tanto, además luego los demás no recibimos nada a cambio.
–Ahí le has dado, me caes bien Neferet –añadió el arqueólogo.
–Lo mismo profesor Jones.

Tras un apretón de manos, ambos se levantaron de sus asientos para acercarse al veterano historiador que estaba en la barra tomando una cerveza.
–Padre, nos vamos, diviértase y esta vez si se muere no me llame –contestó en tono burlón para vengarse de la jugada que le había hecho antes.
–Entendido, antes que a ti le llamaré a Marcus.
–¿¡Antes que a su hijo!?
–¡Me acabas de decir que si me muero no te llame!
–Si te mueres no puedes llamar a nadie Henry, ¡y no entretengas más a tu hijo que tenemos trabajo! –Poco a poco fue empujando a su compañero de la aventura. Al ver su entusiasmo se rió levemente.
–Cuídese padre, ¡y no me llame!
–¡Entendido Junior!

Nada más escuchar eso, apunto de salir por la puerta, Indiana dió marcha atrás y se puso delante de él señalándole con el dedo índice muy enfadado.
–Te he dicho mil veces ¡que no me llames Junior!
–Entendido… Venga Junior, vete, te llama Ainhoa".
–¿¡Qué coño no has entendido!? –preguntó molesto hasta que Ainhoa llegó a por él.
–¡Vamos joder, dejaros de tonterías!
    Desde la lejanía, le volvió a señalar y muy enfadado exclamó:
–¡No me vuelvas a llamar Junior viejo!
–¿¡Viejo!?
–¡Adiós Henry! –contestó Ainhoa empujando a Indiana para que saliese por la puerta.

Indiana Jones y Las Ruinas De Kowloon (The Walled City)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora