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A la mañana siguiente, se levantaron pronto para ir a desayunar a la parte restaurante del lugar donde se alojaban, y mientras se arreglaban para ir Indy notó el enfado de Ainhoa.
–Pero Ainhoa, ¿qué pasa?
–La próxima vez que me tires de la cama así porque al señorito le apetece, duermes en la calle. ¿¡Te queda claro!? ¡A mí no me faltes al respecto Indimbécil!
–¡Habló Nefetonta que empezó a decir que había serpientes en la habitación!
–Era broma, si no sabes pillar las bromas no es mi culpa.
    Aún enfadada, dejó de mirarle fijamente a los ojos para salir por la puerta. Indy se quedó unos momentos paralizado y tragó fuertemente antes de cerrar la puerta y seguirla.
–Ainhoa, yo no quería herirte, de veras, lo siento, estaba cansado y no pensé en mis actos…
–Tus actos me hirieron, así que más te vale comportarte en el viaje –amenazó Neferet.
–Entendido, perdona cari
–Estás perdonado, pero sigo sintiéndome mal –contestó antes de entrar al restaurante mientras él se quedó con la palabra en la boca.
–Perdona cariño… –susurró muy levemente para que no le escuchase.

Una vez dentro, se sentaron en una mesa corriente donde ya con el desayuno elegido Ainhoa sacó su libro sin querer hablar con él, algo que le dolió bastante al ser ella. De pronto, escucharon a los de la mesa de al lado.
–Qué es eso, ¿un libro? Pero qué coñazo de tía, está desayunando y ahí se saca su librito para pasar de su novio.
    Esto último lo hizo imitándola de malas maneras, algo que formó risas en la mesa de él pero Ainhoa en cambio cerró el libro bruscamente y le miró amenazante.
–Vamos a ver niñato rico de los cojones que se lo compra todo en el Gucci,. ¿Librito? ¿Librito lo llamas? Es un librazo, y si quieres tener de eso que no tienes llamado mentalidad te invito a leerlo; interesa, enseña, y así igual dejas las drogas, quién sabe –comentó sarcásticamente mientras el joven se levantaba de la mesa.
–¡Cómo te atreves a decirme todo eso!
–Tranquilo, que con tu nivel de IQ estoy segura de que no has captado ni la mitad de lo que te he dicho.

Esto último formó una leve risa en el rostro del arqueólogo que, nada más notar su presencia, el de la mesa le señaló.
–Profesor Jones, qué sorpresa, ¡no sabía que usted dormía fuera de casa para hacer el amor!
    La mesa entera se empezó a reír, hasta que él se levantó de la mesa para agarrarle y empotrarlo contra la mesa.
–Última vez que me faltas el respeto a mí y a mi amiga ¿te queda claro? –amenazó al joven.
–Su romance lo va a saber todo el mundo si no me suelta, se lo aseguro.
–Ya veo que los de esta mesa queréis ser estatuas de un museo, bien, con mucho gusto empezaré rompiéndoos los huesos.

Soltándole, todos los presentes en esa mesa se fueron corriendo del miedo que le tenían. Ainhoa se impresionó.
–¿Desde cuándo das miedo?
_Desde que les pongo las notas de la evaluación preciosa –dijo mientras se sentaba y mordía una manzana sensualmente con las gafas puestas, ya que por la mañana siempre tenía la vista cansada.
–Nunca entenderé cómo te quitas y te pones las gafas sin ponerte lentillas, ¿las necesitas o son para ir sensual por la vida?
–Eh… ¿Ambas?

Mientras Ainhoa sacó una sonrisa pícara de su boca, Indy le dio otro mordisco a su manzana sensualmente; esta vez masticándola lentamente sin dejar de mirarla con una sonrisa. Pero el momento se estropeó cuando Ainhoa se levantó, agarró su libro y empezó a marcharse del local.
–La boca cerrada cuando se come, a ver esos modales ¿eh Indy? –alzó la voz nada más formular la pregunta.
–La madre que la parió… –susurró.

Indiana Jones y Las Ruinas De Kowloon (The Walled City)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora