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Al día siguiente, a las siete de la mañana, los tres se levantaron para llegar lo más pronto posible y no perder el vuelo, algo que Ainhoa no entendió.
–El vuelo sale a las diez y media, ¿por qué coño hay que levantarse tan pronto?... –preguntó frotándose el ojo derecho en frente de la puerta del baño, donde Indiana salió de la ducha y se sorprendió.
–Hostia, sin sombrero y sin gafas, novedad.
–Déjate de chorradas anda –contestó molesto yéndose al cuarto, algo que a Ainhoa sinceramente le importó una mierda. Aún frotándose el ojo, llegó a la mesa donde iban a desayunar.
–¿Qué mosca le ha picado?
–A saber Ainhoa, Junior es un poco… “rarito” –contestó entre comillas mientras ambos se sentaban en la mesa.
–Joder que sí.
–¿Qué tal la noche, movidita? –preguntó enfadado, sentándose bruscamente y empezando a desayunar mientras los dos le miraban sin quitarle los ojos de encima, algo que le molestó y dejó de comer.
–¿¡Qué!?

Anonadados con lo que acababa de decir, se miraron y empezaron a reírse, algo que le incomodó más al joven Jones llegando a sentirse mal.
–No ha pasado nada celosón, hemos dormido en camas muy separadas.
–Voy yo y me lo creo.
–Junior, ¿no te has fijado que en tu cuarto faltaba la cama de tu hermana?
    Corriendo, se levantó de la mesa y fue a mirar, tenían razón. Más aliviado, se sentó de nuevo.
–Qué susto…
–No, no voy a ser tu madre, ya quisieras.
–No, no te aceptaría como mi madre, mi madre fue una dama estupenda y ahora quiero que cambiemos de tema.

El silencio inundó la mesa e Indy empezó a comer un poco rápido por el tema de conversación que acababan de tener. Henry fue el primero en decir algo.
–Bueno, contadme, ¿ya sabéis cómo llegar a allí?
–No, pero intentaremos conseguir
–Sí, ya sabemos cómo ir –le cortó a Ainhoa, algo que hizo que volviera el silencio a la mesa.

Tras ese desayuno incómodo, se prepararon y una vez despedirse de Henry, antes de llegar al aeropuerto Ainhoa le paró.
–Perdóname, yo no… yo no tenía intención de meterme con tu madre, lo siento…
–Nada, tranquila, ya lo sé.
    Se le dibujó una sonrisa en el rostro y, dolido, la miró. Ella sonrió.
–Qué, ¿vamos preciosa?
–¿Vamos? Quedan dos horas, ya te lo he dicho inteligente –respondió con sarcasmo.
–Mierda… ¿Hacemos tiempo en la cafetería de mi universidad?
–Vale, está cerca.

Ambos fueron con el equipaje a tomar un café, donde uno de sus estudiantes se acercó al verle.
–¡Profesor Jones! –llegó gritando un muchacho muy alterado.
–¡Hombre! ¿Qué pasa chavalín?
–Tengo una pregunta, ¿podría ayudarme? Es que tengo un examen con otra profesora dentro de poco y ando perdido…
–Claro chico, dime.
    A Ainhoa y a él se les formó una sonrisa en el rostro al ver que el joven estaba interesado en la materia; un chico muy educado y trabajador.
–Bien, verá,
–Siéntate Tom, tranquilo.
–Oh, muchas gracias profesor Jones y... –la señaló.
–Señora Neferet –completó Ainhoa aún con la sonrisa en la boca por el entusiasmo del chico en la materia.
–Oh, muchas gracias profesor Jones y señorita Neferet.
    El detalle de llamarle “señorita” sacó a la joven una leve risa.

–Bien, mi pregunta es; ¿quiénes fueron los fundadores de Roma, no basándose en la leyenda?
–Fácil, Dionisio de
–¡No!
–Ah ¿no? –preguntó confundido.
–No Indy, que no te enteras. Según Dionisio de Halicarnaso, los reyes de Alba Longa fueron el nexo directo que unía a Ascanio y Rómulo, el fundador de Roma.
    Indy, pasmado, se quedó mirándola atónito mientras Tom le daba las gracias a Ainhoa.
–¡Muchísimas gracias, vale, ahora sí creo que me lo sé todo!
–Muy bien chaval, ¡a por ello!
–¡Gracias a los dos!
    Muy feliz, se fue a clase nada más sonó el timbre mientras Indiana aún no daba crédito.

–He sido engañado toda mi vida…
–Ya somos dos, pensaba que los profesores de historia sabían historia”.
    Al momento, Indy la miró serio dando a entender que no le hizo gracia su comentario, mientras Ainhoa se rió.
–Venga Junior, ¿qué vas a tomar?
–¡Una araña! –exclamó él.
–¡Ah! –gritó Ainhoa sin poder evitarlo levantándose de la silla.
–Tomaré un café descafeinado muñeca, quiero dormir en el avión.
    Al ver que lo de la araña no era real, enfadada fue a pedir a la barra mientras Indy no paraba de reírse. Mirándole, decidió vengarse.

–Camarero, oiga, deme también una serpiente de golosina por favor.
–Claro, aquí tiene. ¿Algo más?
    Ainhoa sonrió maliciosamente mirando a Indiana. No le quitó los ojos de encima viendo cómo se reía.
–Nada más, gracias, aquí tiene.

Una vez pagar, el camarero siguió a lo suyo y ella, aún sin quitarle la vista de encima, echó la serpiente de gominola al café del arqueólogo. Una vez llegó, se lo puso delante.
–Tu café don risitas.
–¡Jajajajaja! Admite que te lo has tragado, no pasa nada por ser una miedica muñe… –Nada más ver la cosa alargada dentro de su café, salió corriendo de la cafetería.
–¡Jajajajajaja!
    Al escuchar las risas de Ainhoa, entró enfadado y se volvió a sentar; acababa de hacer el ridículo.

–¡No tiene gracia! –exclamó muy alto
–Admite que te lo has tragado, no pasa nada por ser un miedica Junior –contestó repitiendo al dedillo lo que le había dicho antes.
–Jaja, qué graciosa…
    Sin querer comerse la golosina, se la tiró a ella, quien saltó de la silla al tenerlo en el pantalón.
–¡Oye!
–Señorita, no se tira la comida al suelo, muy mal. Recójalo inmediatamente –dijo arrogante dándole un sorbo a su café.

Con una sonrisa muy falsa, Ainhoa le echó su café con hielo por encima.
–¿¡Estás mal de la cabeza!?
–Señorito, no se puede mojar el suelo de un local, límpielo inmediatamente.
    Enfadado y con una sonrisa muy falsa, consiguió levantarse poco a poco y la señaló.
–¿No nos vamos a llevar bien o qué?
–¿Acaso cree que sí?
    Sin decir nada, pidió una fregona y limpió el suelo. Una vez acabar de limpiarlo mientras Ainhoa miraba, salieron de allí donde en plena calle el joven Jones se quitó la camisa, él no notó nada más que alivio al no estar empapado pero Ainhoa se puso delante de él.
–Uff, por fi… ¿Qué pasa?
–Escándalo público.
–¡Vete a la mierda!

Indiana Jones y Las Ruinas De Kowloon (The Walled City)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora