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Cuando llegaron a su destino –el aeropuerto de Chengdu– Ainhoa seguía sin poder aguantarse la risa.
    Indy, enfadado, protestó.

–¿¡Ya está!? ¡Llevas todo el puto viaje!
–¡Ay perdone usted mister coñazo!
–¿Qué me ha llamado? –preguntó atónito.
–Mister coñazo –acentuó.
–¡Tapón!
    Con un sólo click, el joven salió del coche y se puso delante de la historiadora muy enfadado; tanto que la señaló.
–Eh señorita, ¡para usted es Doctor Jones!
–¿Doctor coJones? Entendido, me acordaré.
    El chico intentó aguantarse la risa mientras Indy le señalaba desafiante y con la mirada fijada en él.
–No te rías, ¡no te rías!
    Pero lastimosamente para el arqueólogo, lo peor llegó. Las risas eran descontroladas.

–¡Jajajajajajajajajajajaja!
–Nada Coñazo Jones, nadie se puede resistir a mis bromas.
–No hacen ni puta gracia, son muy infantiles.
–¡Esa boca, que hay un niño de quince/dieciséis años en frente nuestro!
    Menos el arqueólogo, Tapón y Neferet se rieron; algo que no le hizo ninguna gracia.
–Gracias Tapón, ya estamos en el aeropuerto, no nos perderemos.
–Yo no, pero tú… mejor que te acompañe tu amigo de quince/dieciséis años –repitió Neferet.
–¡Que te den!

Sin maleta ni nada ya que no tenían equipaje, Henry entró al aeropuerto para coger el billete en ese mismo instante. Por lo que le habían dicho ese viaje no era muy reclamado por no decir que iban cuatro. Ya con los billetes, fue a donde Ainhoa.

–¿Tapón?
–Ya se ha ido.
–Tengo los billetes, vamos.
–Son separados ¿no?
    Esa pregunta le extrañó muchísimo, tanto que hizo un gesto raro con la cara.
–No, son… son juntos, por qué, ¿no quieres ir conmigo?... –preguntó bastante dolido.
–Te digo por lo de la última vez, y bueno, por lo del avión personal también –acentuó la última frase.
–Entiendo, pero no, creo que ya hemos madurado lo suficiente para comportarnos como adultos.
–Sí, yo también lo creo.
    Tras una sonrisa de parte de ambos, se pusieron en la cola, iban cuatro contados más ellos dos.

–Mira qué bien, vamos seis.
–Bravo Junior, me alegro de que sepas sumar.
–No pienso discutir.
    Tras un incómodo silencio, Ainhoa empezó a querer ir al baño.
–Indy, voy al servicio, no aguanto…
–¿¡Ahora!?
–No, mañana ¡Pues claro que ahora Indymbécil!
–Nefetonta, un respeto –subió el tono– No puede ir ahora, estamos a nada de entrar.
–Pero es muy urgente…
–Si el avión despega me voy sin usted.
–¡Pero quédate aquí hombre, no subas!
–Venga, vale, ¡pero date prisa!

Ainhoa se fue corriendo e Indy resopló. Una vez en el baño, nerviosa, miró lo que quería mirar.
–Joder qué susto, negativo, menos mal…
    Ya preparada, guardó el objeto en su bolsilllo de la chaqueta que tenía cremallera y salió, donde Indy le esperaba enfadado y frustrado al mismo tiempo.
–¡Lo hemos perdido, otro más que perdemos joder, hasta los cojones ya! Siempre, siempre he llegado con tiempo suficiente o a la hora, ¡y contigo es imposible Neferet, imposible!
    Su ansiedad y sus nervios podían con él: tenía tantas ganas de salir corriendo a por el avión que no paraba de dar golpes al cristal mientras veía cómo despegaba.

–Eh Indy, tranquilo, ¡cogemos el siguiente!
–¡Mi plan era llegar pronto joder! Es más, ¡quería haber llegado hace días!
–Bueno, tranquilo que los esqueletos no se van a mover de ahí.
    La respuesta le sacó una sonrisa al castaño; que un poco harto de todo se fue a pedir otros dos billetes. Cuando llegó, se los enseñó sonriente.

–He conseguido otros dos, pero salen mañana, por lo que tendremos que buscar un lugar en el que dormir.
–Aquí al lado hay un hostal, ¡podemos preguntar por una habitación!
–No nos queda de otra.
    Tras afirmar, ambos fueron al hostal donde les dejaron una habitación. Una vez allí, mientras el arqueólogo se quitaba la camisa, hablaron del plan:

–El vuelo de mañana sale a las cinco, yo aviso.
–¡Pero si sólo son tres horas de vuelo! –exclamó.
–Pero así a las ocho ya estamos allí, que era lo que yo quería, ¡por lo que mañana te levanto temprano!
–¿Cómo de temprano?
–Temprano.

Sin decir nada más, frustrada, Neferet se arropó con la manta mirando a su mesilla hasta que él se sentó en la cama. Al ver que se estaba quitando la camisa le miró de reojo atónita. Él, al estar de espaldas no la vio y, mientras se quitaba los zapatos, siguió hablando con ella.
– Bueno, pues nada, descansamos un rato y luego digo yo que saldremos a comer, porque me muero de hambre…

Sin darse la vuelta se metió en la cama volteándose mirando hacia su mesilla, mientras Ainhoa asombrada no paraba de intentar verle la cara, algo que la delató.
–¿Quiere algo Neferet? –preguntó.
–Oh, no, nada, solo… ¡que no dejes la luz de tu mesilla encendida joder, me ciega los ojos!
–Entendido, apago mi belleza. Dígame, ¿cómo se hace?
    Al ver que la había pillado, empezó a tartamudear.
–Indy…
–¿Sí?... –preguntó sensualmente mientras se acercaba a la boca de la historiadora.
–¿Por qué siempre nos dan camas de matrimonio?...
–Porque formamos una pareja perfecta.

Sin esperar más, Henry se abalanzó a su boca mientras Ainhoa se dejaba querer y cómo no, le ponía las gafas.
–Ay Neferet…
–Así estás para comerte –contestó, algo que alteró los biorritmos del sorprendido castaño.
–¿Para comerme? Oh, bueno, no sabía que usted comía carne humana.
–Desde ahora sí.
–Pues no deje ni los huesos, aproveche todo.
–Tranquilo, eso se los dejo a usted que es arqueólogo.
–¿¡Por qué tanta crueldad!?
–¡Jajajajajaja!
–Desde hoy me gustan las mujeres difíciles.
    Sin decir nada más, acabaron juntando sus cuerpos con tanta pasión que se les fue el apetito.

Indiana Jones y Las Ruinas De Kowloon (The Walled City)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora