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| Febrero | 2008 |

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La rutina había sido particularmente agotadora ese día.

Damon acababa de terminar su cita nocturna con su pediatra.

Al llegar a su hogar, Damon se deshizo de su abrigo, lo colgó en el perchero junto a la puerta y se dirigió a la cocina, donde comenzó a prepararse una simple cena.

Mientras cortaba las verduras, su mente vagaba sin rumbo, buscando un ancla que lo sacara del vacío que sentía.

Fue entonces cuando el teléfono sonó, rompiendo el silencio con su insistente vibración sobre la mesa.

Damon miró la pequeña pantalla de la tapa: Jarvis. Hacía tiempo que no hablaba con él.

Damon abrió la tapa y lo atendió.

"¿Qué quieres, Jarvis?" preguntó Damon, sin molestarse en ocultar su falta de entusiasmo.

"¡Damon, mi viejo amigo! ¿Qué tal si nos vemos esta noche con Robbie? Hay una fiesta en un salón nuevo, es lo que necesitas para salir de tu mierda de burbuja aburrida..."

Damon suspiró, contemplando la idea con el ceño fruncido.

"Sabes que no me gusta rodearme de muchas personas, Jarvis. No veo el sentido en mezclarse con gente que pierde el control..."

Jarvis rió al otro lado de la línea, una risa que Damon recordaba bien, contagiosa y cargada de una despreocupación que él no compartía.

"Vamos, no seas tan huraño. Sólo será un rato. Prometo que te divertirás. ¿Y quién sabe? Quizás encuentres algo interesante..."

Damon no podía evitar sentir un ligero desdén por la insistencia de su amigo. Sin embargo, algo en la monotonía de su vida le empujó a ceder.

"Está bien, iré. Pero no prometo quedarme por mucho tiempo..."

⊱╼╼╾╼╼╾╾⊰∇⊱╼╼╾╾╼╾╾⊰

Esa noche, Jarvis llegó a recoger a Damon en su coche azúl oscuro que le había prestado, era una máquina que brillaba bajo las luces de la ciudad.

Mientras conducían, Damon miraba por la ventana, observando cómo la noche transformaba la ciudad en un laberinto de sombras y luces titilantes.

No dijo mucho durante el trayecto, y Jarvis, conocedor de su carácter, tampoco intentó forzarlo a hablar.

Cuando llegaron al salón de fiestas, Damon sintió una punzada de arrepentimiento.

El lugar estaba abarrotado, con la música retumbando desde dentro y las risas y gritos de los asistentes flotando en el aire.

"Esto no me gusta, Jarvis" dijo Damon mientras se acercaban a la entrada. "Este lugar está lleno de gente que no me interesa en lo más mínimo..."

"Relájate, amigo" respondió, dándole una palmada en la espalda. "Sólo observa, y si te aburres, siempre puedes irte..."

Una vez dentro, la atmósfera era incluso más caótica de lo que Damon había anticipado.

Las luces estroboscópicas iluminaban rostros borrosos, cuerpos que se movían al ritmo de la música pop que estaba de moda, y el sonido de vasos chocando se mezclaba con el murmullo de conversaciones a medias.