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Damon caminaba sin rumbo por las calles, el sonido de sus pasos amortiguado por la lluvia que caía sobre el asfalto.

El cielo estaba cubierto de un gris pesado, y el agua formaba pequeños ríos en los bordes de las aceras.

Sujetaba un paraguas negro con firmeza, protegiéndose de la tormenta que parecía reflejar su estado interior.

A pesar del bullicio de la ciudad que continuaba imperturbable, su mente estaba completamente atrapada en el recuerdo de Liam.

Mientras pasaba por las vitrinas de los locales, algo llamó su atención: una pastelería con un escaparate que mostraba pasteles bellamente decorados.

Se detuvo frente al cristal, observando las vitrinas con una mirada ausente.

Las delicadas capas de bizcocho y crema, las frutas frescas dispuestas con esmero, todo parecía tan lejano y, sin embargo, tan familiar.

Recordó una mañana tranquila, en su memoria, estaba teñido de una luz cálida y dorada.

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Había sido después de una larga sesión en la clínica. Estaba exhausto, física y emocionalmente drenado, cuando sonó su teléfono del bolsillo.

Era Liam.

“¿Qué tal, Damon? Pensé que podríamos ir a una fiesta esta noche... ¿Te animas?” la voz de Liam había sonado alegre, como siempre, con esa chispa que irradiaba energía.

Damon había cerrado los ojos por un momento, dejando que la voz de Liam lo envolviera.

“Estoy cansado, Liam. No creo que pueda salir esta noche...”

Hubo una pausa al otro lado de la línea, y Damon casi pudo imaginar la sonrisa de Liam desvaneciéndose.

“Por favor, Damon. Sabes que no es lo mismo sin tí. No tienes que quedarte hasta tarde, sólo... acompáñame un rato...”

Damon había suspirado, sintiendo una punzada de culpa por rechazarlo.

“Sólo quiero descansar en casa” respondió, tratando de suavizar su negativa.

“¿Estás seguro?” insistió Liam, su tono teñido de una súplica que hizo que el corazón de Damon se encogiera.

Antes de que pudiera responder, escuchó el timbre de su puerta.

“Espera un momento, hay alguien afuera...” le dijo a Liam mientras dejaba su teléfono Motorola sobre la mesa y se dirigía a la puerta.

Al abrirla, se encontró con la sonrisa radiante de Liam, que estaba parado allí, sosteniendo su propio teléfono celular junto a su oreja.

“¿Qué dices? ¿Puedo pasar el día contigo?” preguntó Liam, bajando el teléfono y dejando que una risa suave escapara de sus labios.

Damon no pudo evitar sonreír, algo raro en él, pero que Liam siempre lograba provocar.

Sin decir una palabra, se hizo a un lado para dejar que Liam entrara.

ᡃ§ɧαʈʈeɽeᶑᡃ ≠ •°ᵈⁱᵃᵐ°•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora