5. MÁSCARA

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Los primeros días de la primavera parecían estar de acuerdo con los sentimientos de Hermione mostrándose aún fríos y grises como en invierno. Aún así, ella había empezado a salir para despejar la mente y después de almorzar, caminaba hasta un pequeño y solitario parque cerca del apartamento, sacaba un libro que apenas leía pues más que todo, pensaba. Una tarde intentó recordar hacía cuánto que ella y Ron no habían tenido sueños o proyectos en conjunto y le dolió comprender que en los últimos años no habían tenido siquiera uno. Varias veces había escuchado decir a su madre que un error frecuente en los matrimonios era dejar de tener objetivos comunes por los qué luchar. Ron y ella tenían a sus hijos, pero ellos ya no eran tan dependientes de sus padres, y lo último por lo que habían juntado esfuerzos había sido para comprar la casa, quince años atrás.

Al llegar a casa, le escribió a Harry pidiéndole que esa tarde no la visitara, lanzó hechizos silenciadores y anti aparición, bloqueó la puerta principal y la chimenea. Lloró y gritó a su antojo hasta sentirse completamente liberada de su frustración, decidiendo que sería la última vez que lo hiciera por Ronald Weasley.

A la mañana siguiente se levantó decidida a tomar nuevamente las riendas de su vida. El espejo le devolvió el reflejo de un rostro cansado, pero no se amilanó. Buscó entre su maquillaje que Ginny insistía en regalarle cada cumpleaños pero que escasamente usaba, algo que ayudara a tapar las ojeras; luego aplicó rubor, polvos y máscara de pestañas. Un brillo labial color carne dio el toque final. Hacía mucho que no se arreglaba así; ella nunca había tenido tiempo ni interés para hacerlo, mucho menos si era para agradarle a alguien, pero se encontró disfrutando el resultado y se propuso hacerlo parte de su rutina.

Desayunó un poco de cereal con leche y trató de recordar el nombre de un psicólogo muggle que Dean Thomas había visitado cuando murió su madre hacía tres años y que era especialista en duelos. Sentía que quizá era muy pronto para buscar apoyo pero pensó que hablar con un profesional sobre sus sentimientos con respecto al divorcio le ayudarían a superarlo más rápido. Buscó en su agenda pues siempre anotaba ese tipo de datos por si acaso. Jamás se hubiera imaginado necesitarlo ella misma y mucho menos por la presente circunstancia.

También tenía pendiente visitar el colegio. Quería ser ella quien hablara con Hugo de todo lo que había pasado y quería hacerlo antes de que llegara para las vacaciones de Pascua, a mediados de abril. Escribió una pequeña nota y la envió a Hogwarts con Izzy, su lechuza blanca, solicitando a la directora una cita para la siguiente tarde.

Hermione se apareció cerca de la dirección del Dr. Jonathan Parker. Caminó con decisión y como el consultorio se encontraba en el noveno piso del edificio, esperó pacientemente la llegada del ascensor. Cuando se abrieron las puertas dobles al llegar a su destino, la presencia de Draco Malfoy en el lobby esperando para bajar, fue inesperado.

—Malfoy, hola...

—Buenos días, Granger.

El círculo social en el mundo mágico era más bien pequeño. Draco Malfoy lideraba una empresa de consultoría con la que, con frecuencia, trabajaba el ministerio, por lo que a lo largo de los años, Hermione y Draco habían tenido algo de contacto por motivos laborales. También solían acudir a las mismas fiestas, e incluso coincidían ocasionalmente en el andén nueve y tres cuartos con sus respectivos hijos cuando iban o venían del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Draco y Astoria habían tenido solo a Scorpius, quien en aquel momento cursaba cuarto año.

Hermione había acudido al funeral de Astoria once meses atrás. Según había trascendido, había muerto repentinamente por una extraña enfermedad.

Aunque él conocía perfectamente el estado civil de Hermione, Draco jamás la había llamado por su apellido de casada.

—¿Cómo has estado? —Se interesó ella.

—Un día a la vez... —respondió luego de suspirar. Ella se limitó a asentir. Ahora sabía de primera mano que hablar de ciertos temas no era fácil.

—Me da gusto saberlo.

—Y tú... ¿Qué haces acá? ¿Tienes cita con el Dr. Parker?

—No todavía... ¿Lo recomiendas?

—Sí, pero... No entiendo...

Hermione sintió de pronto un nudo en la garganta.

—Ron y yo nos hemos divorciado.

Draco no pudo evitar el gesto de asombro ante la noticia. Nunca había logrado simpatizar con el pelirrojo pero sabía lo que era pasar una pérdida, y aunque las circunstancias eran muy distintas, sentía empatía por la situación.

—Lo siento —musitó, y Hermione se debatió entre sonreír, llorar o derrumbarse al piso nuevamente preguntándose, cuánto tiempo le llevaría lograr hablar del tema sin sentir una estocada en su corazón.


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