16. BURBUJAS

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Hermione estaba sentada en su cama con varios atuendos desperdigados por toda la habitación, con actitud completamente frustrada. Había probado diferentes opciones pero sentía que nada era acorde para su cena con Draco.

El jueves en la tarde había llegado el águila real con las indicaciones que él le había prometido.

Te espero el sábado a las siete de la noche en mi casa. Nada formal. D.

Conociendo a Draco, el término «formal» podía ser muy relativo. Tampoco sabía por qué él la había invitado a cenar pero estaba ansiosa de que llegarán las siete. Estaba sumida en esos pensamientos cuando escuchó ruidos en la sala de estar. El rostro de Ginny salía de la chimenea.

—Aún no te has vestido.

—No sé qué ponerme... —dijo haciendo un puchero.

—Así que estás nerviosa —sonrió con picardía.

—¿Estará bien que cene con él?

—¡Por supuesto que sí! Me dijiste que lo pasan bien juntos, ¿no? —Hermione asintió—. Entonces, no hay nada qué pensar.

—Me siento extraña. Creo que después del baile con Viktor, no he vuelto a tener una cita. Y esto se siente como una.

—Pues entonces disfrútala. Y ponte aquel pantalón negro con la blusa de seda color bronce. Te ves super sexy con esa ropa.

—No necesito verme sexy, Ginny, no quiero dar una imagen equivocada.

—Sí, sí... Recuerdas el hechizo anticonceptivo, ¿verdad?

—¡Ginny!

—¡Disfruta mucho! Después quiero todos los detalles.

Hermione sentía su rostro arder ante las palabras de su amiga. Corriendo, buscó las prendas que le había recomendado, pero para no verse tan formal prefirió unos cómodos zapatos en lugar de los tacones. Se maquilló ligeramente, dejó suelto su cabello, el cual amoldó con productos de belleza que lo mantuvieran en su lugar y minutos antes de las siete, lanzó los polvos flu a la chimenea mientras pronunciaba el nombre de su anfitrión. Del otro lado la esperaba un muy sonriente Draco vestido con una camisa negra y pantalón gris oscuro, que la veía complacido.

—Te había dicho que sabía cocinar, así que espero que no te importe que no salgamos a un restaurante. Sé que te gustan los mariscos y he preparado varias opciones.

—Debiste prevenirme que tenía que traer conmigo un bezoar —bromeó, fingiendo rodar los ojos.

—No hay problema, en mi caja de pociones tengo algunos —siguió con media sonrisa.

La mesa estaba servida con varios tazones con tapa que Hermione se atrevió a destapar. Crema de mariscos, langostinos al ajillo, pasta con mejillones... la combinación de aromas invitaba a devorarlo todo.

—¿Estás seguro que Hilda no ha preparado todo esto?

—Tendrás que descubrirlo por ti misma —dijo con arrogancia.

Varias botellas de vino estaban dispuestas también sobre la mesa. Solo uno estaba en la cubitera con hielo.

—Prometí comentarte sobre los vinos y tuve que comprar varias botellas por tu causa. Todos estaban deliciosos. Pero este rosado espumoso... —Draco estaba sirviendo el vino rosa pálido con reflejos cobrizos; finas burbujas se arremolinaban en la superficie del líquido—. Percibe ese aroma, y su sabor... —Le tendió la copa tipo flauta llena hasta la mitad. Hermione copió los movimientos que hacía Draco y luego probó. El suave sabor afrutado bajó por su garganta.

—Exquisito —murmuró.

—Sabía que te gustaría. ¿Brindamos? Por el éxito de tus proyectos y por ti.

—Y por ti.

Ambos volvieron a beber de sus copas y luego Hermione se sentó donde acostumbraba Mientras comían, Draco le preguntó si Hugo ya se había decidido por alguna carrera en específico. Sabía que se estaba preparando para los EXTASIS y Hermione comentó que quería ser rompedor de maldiciones. Scorpius por su parte, presentaba ese año los TIMO y una vez había expresado la idea de ser inefable. Luego hablaron sobre sus respectivos padres. Los de Hermione se habían jubilado y vuelto a Australia, donde habían vivido un tiempo y habían llegado a amar ese país. Ella los visitaba cada año.

—Les conté del divorcio meses después. No me sentía preparada para ver sus rostros de lástima por mí. Cuando los visité para contarles, ya me había repuesto bastante y, a pesar de que les dolió mi situación, se sintieron tranquilos al verme bien, aunque fueran puras apariencias.

Draco le contó que los Malfoy seguían viviendo en la mansión pero Lucius ya no estaba involucrado en los negocios familiares, negocios que Draco había expandido a otros campos, multiplicando aún más su fortuna.

Al terminar la cena, habían quedado más que satisfechos y Draco propuso ir a dar un paseo por los alrededores de la zona residencial. 

 

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