6. GRITO

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Los años le habían mostrado a Hermione y al resto de la comunidad mágica a un Draco Malfoy muy distinto del jovencito que habían conocido. Evidentemente había madurado, atrás habían quedado las ideas radicales sobre la pureza de la sangre, e incluso se sabía que educaba a su hijo muy lejos de aquellas estúpidas reglas que Lucius le había inculcado a él. Esto había ocasionado un alejamiento entre él y sus padres, quienes habían pegado el grito al cielo cuando se enteraron que Draco con frecuencia, llevaba al pequeño Scorpius a sitios donde compartía con niños muggles de su edad.

Por eso a Hermione no le había sorprendido encontrarse a Draco saliendo de un consultorio localizado en la zona muggle de Londres. Al ser muy reconocidos entre los magos, muchas veces era un alivio estar entre quienes los veían como una persona más, pues daba la oportunidad de ser tratados con objetividad; es decir, de no dejarse llevar por apellidos, papel desempeñado en una guerra que ya nadie recordaba, puestos de trabajo o estatus financiero y social.

—Me era infiel desde hacía diez años con Evangeline Lestrange, a quien probablemente recuerdas. —Draco no podía dar crédito a lo que escuchaba. Ciertamente tenía recuerdos muy vagos de la mujer visitando Malfoy Manor cuando los mortífagos se habían adueñado de la casa, pero después de la muerte de Rabastan, nunca más había vuelto a escuchar de ella—. Además, tienen un hijo. Recién me enteré hace unas semanas.

Draco no salía de su asombro. Nunca había simpatizado con Ronald Weasley, ni siquiera se toleraban a pesar de que sus rencillas habían quedado en el pasado, pero jamás hubiera imaginado que fuera capaz de algo así. Ante la sociedad, Hermione y Ron eran la pareja perfecta pero al parecer todo era una fachada.

Luego de un silencio incómodo en el que Hermione se percató de que le había contado sus problemas a una persona con la que no tenía confianza alguna, ambos se despidieron y siguieron su camino. Hermione obtuvo su cita para dentro de una semana. El profesional tenía una agenda bastante apretada debido a que era muy bueno en su campo, y aunque ella habría preferido ser atendida con premura, no fue posible.

Antes de regresar al apartamento, fue al supermercado para abastecer su despensa. Ron era capaz de comerse un toro pero ella había dejado de preparar ciertos alimentos muggles porque a él no le gustaban mucho. Otro error en el que había caído para, según ella, complacerlo. Se había olvidado de sí misma, de lo que le gustaba, de las cosas que disfrutaba. Se tomó más tiempo del que solía para seleccionar lo que iba a comprar. Hacía tiempo que no iba de compras a un Tesco, la cadena de supermercados más grande de Reino Unido y estaba emocionada.

Hermione no recordaba tampoco hacía cuánto no se preparaba un almuerzo con calma. Acostumbraba comer algo rápido en un pequeño local en el Callejón Diagon y sus únicos almuerzos de verdad eran los que comía los domingos en La Madriguera.

Molly y Arthur. Tenía casi un mes evitándolos. Siempre había tenido muy buena relación con ellos y no quería perderla, así que decidió que los visitaría para la hora del té. Habían sido respetuosos dándole su espacio y se los agradecía, pero no quería que pensaran que también se había divorciado de ellos. Al fin y al cabo, siempre serían los abuelos de Rose y Hugo, y mucho antes de ser sus suegros, habían sido como unos padres para ella.

Mientras intentaba dormir una siesta después de almorzar, recordó a Draco. Aún se veía muy afectado por la repentina pérdida de su esposa, pero seguía teniendo aquel porte aristocrático de siempre. Cabello bien recortado, ropa elegante probablemente del Atelier Madame Bobinê de la famosa diseñadora y modista de alta costura Pansy Parkinson-Zabini, quien había hecho una fusión entre los estilos del mundo muggle y el mágico; zapatos y guantes de cuero de dragón, reloj de lujo. Los años no le habían sentado mal; solo una ligera línea en el entrecejo, algunas más en la frente y cuidada barba de pocos días denotaban que ya no era un jovenzuelo. Sabía por Harry que ocasionalmente jugaba al Quidditch ya fuera con el equipo del ministerio de magia o cuando organizaban partidos entre veteranos e invitaban a quien quisiera unirse, y quizá era la razón para haberse mantenido en forma. No pudo evitar compararlo con Ron, quien había engordado un poco pues ya no se interesaba en hacer algún deporte. Se durmió con el pensamiento de que hacía algún tiempo que había dejado de ver a Ron como un hombre. Se había convertido en una persona que ocasionalmente estaba en casa, con la que tenía hijos en común pero nada más. Él había dejado de hablar sobre su diario vivir, de interesarse por ella y había estado tan ocupada, que no se había percatado de esos cambios.

 Él había dejado de hablar sobre su diario vivir, de interesarse por ella y había estado tan ocupada, que no se había percatado de esos cambios

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