15. CALABAZA

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Como jefes de departamentos directamente relacionados con el decreto político a firmar, ella y Harry debían llegar temprano para verificar que todo estuviera dispuesto según lo planeado.

La fiesta se celebraría en los jardines del Castillo de Leeds en Kent, y el ministerio había habilitado varias chimeneas para que los invitados acudieran por Red Flu. Otros, provenientes desde Austria, llegarían por medio de trasladores. Para tener un mayor control, se habían levantado barreras anti aparición.

A las once de la mañana estaba programado el inicio con los discursos de los diferentes políticos, posteriormente iba a presentarse un acto cultural que conmemoraba algunos de los grandes éxitos de Celestina Warbeck y luego se haría un brindis y se serviría el almuerzo. La actividad terminaría con una mesa de cocteles.

Una vez que salieron los tres de la lujosa chimenea en el castillo, admiraron la bonita decoración en tonos rojos y blancos alusivos a la bandera austriaca. Hermione no se percató hasta ese momento que Pansy había elegido un vestido con los mismos colores, lo que había causado alborozo entre los extranjeros. Ella era todo sonrisas saludando a los invitados y haciéndolos sentir como en casa. El ministro Mühlbacher estaba encantado con ella.

Durante el brindis, previo al almuerzo, Hermione sintió la mirada insistente de alguien sobre su espalda así que con disimulo, volteó la cabeza lentamente. Draco Malfoy, unos metros más atrás, levantó la copa en su dirección esbozando una amplia sonrisa.

Hermione sintió su corazón acelerarse con aquel gesto. Sin saber por qué, había estado pendiente de verlo llegar, pero cuando los discursos dieron inicio y él no había aparecido, casi se había sentido desilusionada.

El mago vestía más elegante que nunca y como siempre, completamente de negro y verlo así la hizo ruborizarse. Volviendo su atención al frente, internamente se regañó por comportarse como una colegiala. Cuando pasó el almuerzo y las mesas grandes fueron reemplazadas con magia por las altas para el cóctel, percibió unos pasos que se acercaban y esperó con todas sus fuerzas que fuera él. La mayoría de los políticos austriacos se habían marchado, y eran únicamente los empleados del ministerio británico quienes se quedaban hasta el final.

—Granger, hola —le habló suave muy cerca del oído.

—Malfoy, qué bueno que te hayas decidido venir —respondió, sintiendo un escalofrío recorriendo su espalda provocado por la cercanía del mago.

—Por supuesto, no podría perderme este logro tuyo.

—Tú sabes que ha sido el trabajo en conjunto de...

—Pero tú eres la jefa —la interrumpió guiñando un ojo—. No te quites crédito, Granger.

Ella asintió complacida.

—Gracias.

—Te ves muy bien. Tenías a todos babeando por ti.

—No exageres. —Se sonrojó ligeramente.

Draco tomó un poco de su cóctel sin quitar la mirada de la bruja. Instantes después, percatándose de que ella aún no tenía algo para tomar, hizo un gesto al mozo que repartía los cocteles.

—Este jugo de ruibarbo y limón está delicioso. Deberías probarlo.

—¿Me quieres emborrachar nuevamente? —inquirió risueña.

—No estoy dispuesto a escuchar tus problemas si primero no me pagas la consulta —bromeó—. Mis consejos valen con creces cada galeón. En todo caso, es solo un jugo con agua mineral, Granger. ¿O eres de las que únicamente toma jugo de calabaza?

Hermione empezó a reír. Podía sentir sobre ella la mirada profunda de Draco. Le gustaba que la hiciera reír tan fácilmente, le gustaba quién era cuando estaba con él, a pesar de que esta era apenas la segunda vez que se encontraban por razones que no fueran meramente laborales. Contrario a lo que hubiera creído, no se sintió incómoda de que los vieran juntos en aquel ambiente repleto de personas conocidas y esperaba que él tampoco lo estuviera. Compartir un cóctel en una actividad social no los comprometía o al menos eso quería creer. Se preguntó qué se sentiría poder pasar más tiempo así con él.

La tarde empezó a enfriar y el chal que Hermione llevaba no era suficiente por lo que empezó de repente temblar. Sacó su varita para realizar un encantamiento para calentarse pero Draco inmediatamente se percató de la situación y se quitó la elegante túnica que llevaba sobre el traje para ponerla sobre los hombros de la bruja.

—Este es el precio que debes pagar por lucir hermosa hoy.

—Eres un adulador.

—No soy adulador; soy un caballero. Yo diría que es mejor entrar al castillo.

—Creo que más bien es hora de irme a casa.

—¿Tan temprano? —Había un dejo de decepción en su tono de voz. A él, los pocos minutos a su lado se le habían pasado muy rápido—. Hay una degustación de vinos austriacos más tarde.

—Estoy muerta de cansancio, así que paso. Ya me contarás después cuál te gustó.

—¿Está bien si te lo cuento en una cena el próximo fin de semana?

—De acuerdo —sonrió Hermione complacida.

—Te enviaré una nota con los detalles. Y ahora, señorita Granger —le tendió un brazo—, permítame acompañarla hasta la chimenea.

Hermione se colgó de su brazo, ante una mirada de asombro de Ginny, de quien se despidió con un movimiento de mano; su amiga le devolvió el gesto no sin antes hacerle señales de que ya hablarían después.

Hermione se colgó de su brazo, ante una mirada de asombro de Ginny, de quien se despidió con un movimiento de mano; su amiga le devolvió el gesto no sin antes hacerle señales de que ya hablarían después

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