28. PERGAMINO

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Hugo se mudó a Egipto con las ilusiones al tope, Rose volvió a Rumania con sus dragones y semanas después, Scorpius a Hogwarts; esto dejó a Draco y Hermione con más tiempo para poder compartir juntos como pareja.

Como si fuera lo más natural del mundo, habían empezado a quedarse los fines de semana en la casa del otro, prácticamente desde el viernes. Desayunaban juntos los sábados, se iban de paseo, a hacer compras, o simplemente se quedaban en casa pues Hermione estaba suscrita a un servicio de streaming y Draco se había vuelto adicto a las series policíacas y de acción. Aquella del ángel caído haciendo de consultor en Los Ángeles junto a una bella detective le divertía a montones y de hecho, estaba pensando muy seriamente en hacer las instalaciones necesarias en su casa para poder suscribirse también. Los domingos ocasionalmente iban a los partidos de Quidditch, pero por lo general salían a almorzar a algún lugar bonito y llegaban hasta el atardecer. En ambas casas ya era común encontrarse utensilios de higiene del otro, algo de ropa e incluso algún pergamino relacionado con el trabajo. La chimenea unía las dos casas como si una fuera la extensión de la otra e incluso Draco había empezado a llevarle a Hermione por las mañanas «desayuno de verdad» preparado por Hilda, pues con frecuencia ella prefería comer algo rápido. Hermione se sentía complacida con cada detalle que él tenía con ella; la hacían sentir querida, importante. Definitivamente, Draco la enamoraba cada vez más.

Un jueves a mediados de septiembre, Hermione recibió una carta de Draco diciéndole que había surgido un inconveniente con un contrato y que salía inmediatamente para Nueva York y que no tenía idea cuándo regresaba. Hermione se sintió algo desilusionada pues el sábado cumplía años y se había imaginado que lo pasarían juntos, pero sabía de propia mano que muchas veces surgían imprevistos y que no se podía hacer nada al respecto. Le respondió diciéndole que lo iba a extrañar mucho y que ya hablarían cuando volviera.

El viernes pocos minutos antes de la salida, Harry entró a su oficina hablando sin parar y colocó sobre su escritorio un libro con una portada que llamó su atención, para luego empezar a acomodarse la corbata. Hermione, sin pensarlo, se vio tentada a ojearlo, para su sorpresa, el objeto empezó a vibrar fuertemente y de pronto se encontró viajando a gran velocidad hacia una ubicación desconocida.

En su despacho, Harry sonrió con satisfacción. Todo había salido como había esperado.

Sin poder hacer nada por evitarlo, y aún con el libro en la mano, Hermione se encontró en una enorme sala de estar de una lujosa suite con decoraciones doradas, donde Draco la esperaba.

—¡Hola! —El mago sonreía de lado con mirada traviesa.

—¡Draco! —apenas alcanzó a murmurar distraída por la magnífica vista a un lago, una terraza privada, pero sobre todo, la presencia de quien se suponía estaba al otro lado del mundo—. ¿Dónde estamos?

—En Lausanne, Suiza; en el hotel Beau-Rivage Palace. Ese es el Lac Léman y al fondo, los Alpes franceses. —La aludida lo veía sin dar crédito a lo que veía y escuchaba.

—Pero... ¿cómo?

—Los Potter me ayudaron con algunos detalles, si es a lo que te refieres. —Esbozó una sonrisa traviesa quitándole el libro—. ¡Feliz cumpleaños, Hermione! —le dijo tendiéndole una copa con champagne.

—¡Te acordaste! —Sus ojos se iluminaron ante la situación.

—¡Por supuesto! Mañana va a ser un año que lo celebramos en el restaurante de Blaise.

Hermione abrazó emocionada a Draco, feliz por la sorpresa, tanto que unas lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas. No recordaba que alguien hubiera hecho algo así por ella.

—Mañana tienes una cita para una mañana completa en el spa mientras yo iré a jugar golf.

—¿Juegas golf?

—Algo he aprendido debido al trabajo con algunos clientes muggles —respondió restando importancia—. Luego almorzaremos y en la tarde, podemos pasarlo en la piscina. O lo que tú quieras hacer.

—Pero si no traje equipaje conmigo —se quejó percatándose de ese pequeño detalle.

Draco volvió a sonreír complacido. La tomó de la mano y la llevó hasta el vestidor.

—Algo de esto debe servirte. —Ahí estaban sus cosas, como si estuviera en su propia casa.

—¿Ginny? —Draco asintió.

—Ya te dije que ellos me ayudaron.

—¿Y de verdad fuiste a Nueva York ayer?

—Sí, pero fue algo rápido. —Se alzó de hombros con indiferencia—. Necesitaba una coartada si te quería sorprender...

Hermione lo volvió a abrazar con agradecimiento. Draco le enseñó el resto de la habitación. Sus miradas se encontraron con complicidad cuando descubrieron un jacuzzi en el baño.

—Siempre me sorprendes —le dijo sobre su pecho.

—Y lo seguiré haciendo mientras me lo permitas, Hermione, porque ahora, yo solo vivo para hacerte feliz.

El corazón de la bruja empezó a palpitar tan rápido que estaba segura que Draco podría escucharlo ahora que le había tomado el rostro con las dos manos y la besaba apasionadamente. Aparte del nacimiento de sus hijos y algún que otro momento relacionado con ellos, no recordaba haberse sentido tan dichosa.

 Aparte del nacimiento de sus hijos y algún que otro momento relacionado con ellos, no recordaba haberse sentido tan dichosa

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