9. ESCOBA

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Desahogarse con Draco se había sentido más liberador que seis meses de terapia. Cuando volvieron a llenar sus vasos, fue el turno de él de hablar.

—Me tomó varios días caer en la realidad de que no volvería a verla. Fue tan repentino que no me hacía a la idea. Ella tenía una malformación cardíaca que nunca se manifestó, y aún hoy me digo que quizá si hubiera estado en casa, hubiera podido salvarla, llevarla rápido a San Mungo. Parker me ha intentado convencer de lo contrario pero mi cerebro se resiste. Y luego estuvo lo de darle la noticia a Scorpius. Fue lo más difícil que he hecho en mi vida. Le ha costado mucho sobrellevarlo.

—Es entendible, era su madre.

—Afortunadamente su tía Daphne ha sido de gran apoyo para él. Theo y ella son sus padrinos y lo adoran, pero desde la muerte de Astoria, su relación con Scorpius pasó a otro nivel. Nunca reemplazará a su madre pero es lo más cercano a una.

Draco hizo una pausa. Miles de imágenes pasando por su mente, sintió que debía continuar hablando con Hermione.

—Astoria y yo nunca estuvimos enamorados el uno del otro; nos casamos queriendo huir de nuestras familias, deseando sentirnos libres, ajenos a tanta inmundicia que nos rodeaba como consecuencia de la guerra. Con los años creció un sentimiento que quizá se parece al amor. Nos llevábamos muy bien, éramos muy buenos amigos. Nunca me vio como un exmortífago y yo nunca le recriminé por juzgar las ideas puristas. Cuando nació Scorpius, nos volcamos en él, en que creciera en un mundo diferente al que tuvimos nosotros. Pero al morir, perdí lo mejor que he tenido en mi vida, sin contar a mi hijo, por supuesto. Ya pasó un año y aún la extraño demasiado...

Hermione presionó un brazo de Draco en señal de apoyo y él trató de sonreír. Era curioso cómo se habían abierto el uno con el otro cuando nunca habían hablado entre ellos, de temas tan personales.

Después de compartir sus dolencias por algunas horas, Hermione comentó que, al final de cuentas, no había pasado tan mal su cumpleaños número cuarenta. Draco insistió en que un cumpleaños no lo era oficialmente hasta que no se soplara una velita sobre un pastel, por lo que le había pedido a Zarek un cupcake con una pequeña bengala para dar por cumplido el requisito.

Hermione se había sentido bien por compartir con él esa tarde cargada de detalles al estilo Draco Malfoy, como él mismo los había denominado; había sido alivianador. También él había confesado que desde la muerte de Astoria no pasaba un momento tan agradable con alguien fuera de su usual círculo de amigos.

—Deberíamos repetirlo —comentó al aire, y a ella no le pareció mala idea. Nuevamente la situación la llevó a intentar recordar algún detalle que Ron hubiera tenido con ella por su cumpleaños pero no lo encontró en su memoria; por el contrario, ella siempre había preparado un convite para celebrar puntualmente el de él cada primero de marzo.

De regreso en el apartamento, encontró a Izzy con otras dos lechuzas que la esperaban con sendos bultitos llenos de sus golosinas favoritas, regalo de sus hijos. Los echaba mucho de menos pero sabía que los dos estaban forjando su futuro, como una vez ella también lo hizo.

Al día siguiente, Hermione había quedado con Harry y Ginny para celebrar su cumpleaños con una cena junto a otros amigos, aprovechando que era viernes y muchos podían reunirse. Esa noche Hermione se acostó con una felicidad que hace mucho no sentía.

El sábado, Hermione volvió a la casa donde había vivido con Ron. La salida del que había sido su hogar había sido precipitada y quería hacer limpieza; al fin y al cabo, esa casa era el patrimonio de Rose y Hugo.

Una vez dentro, Hermione caminó lentamente, viendo todo tan lleno de polvo pero tal y como ella lo mantenía, en orden. Posó su mirada sobre dos pinturas de arte abstracto que a nunca le habían gustado pero que estaban en la sala de estar porque Ron las había comprado en París y había insistido que eran famosas obras de arte. Luego se fijó en el hermoso paisaje destinado a un rincón del comedor. Había pertenecido a su madre quien sabiendo que era uno de los favoritos de la casa de su infancia, se lo había obsequiado para su boda. En esa pared casi no se apreciaba pero Ron lo había puesto ahí y ella no había regateado. No pudo evitar sentir que él también la había relegado a un rincón de su vida y ella había cometido el error de permitirlo.

Quería hacer limpieza al estilo muggle, así que buscó la escoba, un paño para quitar el polvo y algunas bolsas, y empezó por el dormitorio principal. Ron no se había llevado casi nada, así que tenía bastante trabajo. Ropa, artículos de higiene, posters de los Chudley Cannons, revistas deportivas, entre otros. Todo iba llenando las amplias bolsas que estaba valorando entre botar a la basura o enviar a La Madriguera y que él después viera qué hacía con todo. Se decantó por la segunda opción, aunque habría preferido quemarlo todo.

El excesivo polvo la hizo estornudar, lo que estaba interfiriendo en su momento de catarsis, por lo que después de varias horas, se decidió por terminar la tarea con magia. Las feas pinturas fueron también desechadas junto con varias esculturas de aspecto terrorífico que Ron había adquirido en alguno de sus viajes y que nunca habían sido de su agrado pero que ocupaban un lugar importante también en la sala de estar. Al final de la tarde, la casa estaba limpia, fresca, y libre de cualquier objeto que evidenciara que Ronald Weasley alguna vez había vivido en ese lugar. Sintió que respiraba mejor, que había liberado un peso de su alma y eso la hizo sentir muy bien. 

 

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