11. DECORACIÓN

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Habían aparecido dentro de una casa, específicamente en una hermosa sala de estar con decoración otoñal, todo colocado con un magnífico gusto que a Hermione le fascinó inmediatamente.

—Después de la muerte de Astoria, me mudé a esta casa. Daphne vino anoche a decorarla para Acción de Gracias, pues este año cenaremos acá. Ella y Theo no permiten que pase solo ciertas festividades —comentó con una mueca—. El año pasado para esta fecha me emborraché hasta que perdí el conocimiento. Theo llegó a buscarme cerca del mediodía el viernes porque no me había presentado en la oficina. Les había mentido a todos de con quién cenaría. Desde entonces, se volvieron mi sombra.

—En mi caso son Ginny y Harry. Me encargaron que preparara mi «famoso» pastel de calabaza, pero sé que lo hacen porque así se aseguran que asista a la cena en su casa. Mi plan era quedarme en casa, no porque extrañe algo en particular, sino porque en realidad quería que fuera un jueves como cualquier otro, pero bueno... así son ellos...

—Bendito sea Merlín por los amigos sobreprotectores —bufó medio en broma, medio en serio. La verdad era que agradecía tener en la vida alguien que se preocupara por él aunque a veces fueran demasiado entrometidos.

—¿Y vas a cocinar?

—No lo hago tan mal, pero no tengo tiempo para eso. Hilda, el ama de llaves de la mansión se encarga de todo por acá y siempre cocina suficiente como para alimentar a todo Hogwarts. Únicamente tendremos que calentar con magia lo que me dejó preparado en la mañana. No hay nada como la comida de la casa.

—Estoy de acuerdo, pero yo no tengo a una Hilda que me ayude —bromeó Hermione.

—Porque no quieres. Estoy seguro que tu salario alcanza para pagarle a varias Hildas.

—Cuando Hugo entró a primer año de Hogwarts, prescindí de la ayuda doméstica, y ahora en el apartamento, la necesito aún menos.

Habían llegado a la amplia cocina y Draco estaba preparando dos platos. Salmón en salsa de espárragos, verduras al vapor y puré de papa.

—Apuesto cada galeón de mi bóveda de Gringotts a que en ese lugar del Callejón Diagon no sirven un plato así —le dijo con picardía.

Hermione negó sonriendo y sintiéndose de repente muy hambrienta. Olía delicioso. Draco sirvió dos copas con vino blanco y se sentaron a comer, comentando algunos de los puntos en los que habían estado trabajando. Posteriormente, Draco le ofreció helado de cerveza de mantequilla.

—Te luce mucho ese color, Granger. Deberías usarlo con más frecuencia —le dijo provocando que ella se sonrojara—. Es un diseño de Pansy, ¿no?

—Sí. Gracias —esbozó una sonrisa, complacida por el halago. Que Harry se lo dijera temprano podía sonar a zalamería. Que Draco también lo dijera sonaba a que era verdad, pues él no era de los que hablaban por quedar bien. No tenía por qué lisonjearla. Que él lo dijera la hacía sentir segura, una seguridad que poco a poco iba creciendo en su interior.

—Debemos volver si queremos avanzar —dijo él sacándola de su ensimismamiento.

—Cuando gustes.

Draco hizo un movimiento con la varita y los platos levitaron hasta el fregadero.

Dos días después era Acción de Gracias, la primera que Hermione no pasaría con Ron en muchos años. Pero no quiso pensar en eso. Si era sincera consigo misma, cada día lo recordaba menos.

Se reunió con Draco el miércoles siendo el día una copia del anterior: trabajo, almuerzo en la casa de él —esta vez, un delicioso risotto de mariscos— y vuelta al trabajo después de comer. Ambos se sentían tan cómodos que parecía que hubieran sido amigos de toda una vida.

El jueves, poco antes de salir hacia Grimmauld Place, la sorprendió la llegada de un águila real que extendió con rimbombancia su patita para que ella desatara una pequeña nota. Después de darle una golosina, la criatura alzó vuelo en señal de que no era necesario una respuesta. Hermione reconoció la caligrafía que tanto había visto durante los últimos dos días.

Si te aburres con los Potter, puedes venir a casa. Con Blaise y Daphne no hay modo de que lo pases mal. D. M.

Hermione se sintió halagada por la invitación pero pensó que, aunque con Draco se había sentido muy cómoda, no sería lo mismo teniendo a su grupo de amigos alrededor. Había tratado con ellos de alguna u otra manera durante los más de veinte años que habían pasado desde que coincidían en las aulas del colegio, pero nunca a todos juntos en el aspecto social. Además, de pronto se preguntó qué dirían ellos si la veían llegar. Ella estaba divorciada hacía ocho meses, Draco había cumplido un año de viudez el pasado mayo. Tampoco se podía decir que Draco y ella tuvieran una amistad, sino una relación meramente laboral. Lamentó internamente decidir no ir pues en realidad había disfrutado mucho las pocas veces que habían compartido una invitación a comer, pero definitivamente lo último que deseaba era provocar malentendidos.

 Lamentó internamente decidir no ir pues en realidad había disfrutado mucho las pocas veces que habían compartido una invitación a comer, pero definitivamente lo último que deseaba era provocar malentendidos

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