23. TINIEBLA

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Draco le había contado a Hermione que meses después de terminada la Segunda Guerra Mágica, movidos por la curiosidad y como un acto de rebeldía hacia sus respectivos familiares, Theo y Blaise y él habían vivido una temporada en el mundo muggle y habían descubierto el cine, los parques de atracciones y los pubs. Después de esas semanas, Draco no había vuelto, pero ahora que los estaba redescubriendo con Hermione los disfrutaba muchísimo, y por supuesto que ella también. Acostumbrada a llevar una monótona vida casa, trabajo, casa, a sus cuarenta años pensaba que estaba disfrutando de una vida que jamás había tenido. Draco era un excelente compañero de aventuras: iban al teatro, al cine, a alguna presentación de un libro nuevo, a comer a alguna parte, o simplemente se quedaban en casa, en donde Draco cocinaba la mayoría del tiempo. Hermione no lo hacía muy bien y pocas veces habían quedado en su apartamento.

Hugo había logrado tener sus EXTASIS en Defensa contra las Artes Oscuras, Pociones, Runas Antiguas, Transformaciones y Encantamientos. Sumado al TIMO que había ganado en Aritmancia cuando estaba en quinto año, estaba preparado para seguir los pasos de su tío Bill. Había sido reclutado en Gringotts y próximamente se mudaría a Egipto para especializarse en romper maldiciones.

Hermione estaba muy orgullosa de los logros de sus dos hijos, pero aún tenía pendiente contarles sobre su relación con Draco; también, temía que al enterarse, Scorpius sintiera que estaba tratando de reemplazar a Astoria. Nada más lejos de la realidad. Y todo eso la hacía sentir como si tuviera sobre ella una tiniebla que empañaba su completa felicidad, pues cada día se sentía mejor con Draco, sentía que iba creciendo en su interior un sentimiento más fuerte y quería compartirlo con sus hijos.

La pareja se veía dos o tres veces por semana. Iban tanto a lugares muggles como mágicos, compartían con los amigos de ambos en una forma que pareciera que lo habían hecho siempre y así habían pasado tres meses. Sin embargo, con Hugo en la casa después de terminar sus estudios en Hogwarts, Hermione había acordado con Draco que cada uno pondría al tanto a sus respectivos hijos ese fin de semana, por lo que hasta no hablar con ellos, no se verían. Tal decisión estaba prácticamente volviendo loca a la pareja, pues estaban extrañándose muchísimo.

Hermione esperaba ansiosa el momento de hablar con ellos y sin querer darle más largas al asunto, el primer desayuno que tuvieron juntos los tres ese primer sábado de vacaciones, decidió hacerlo. En un principio pensó que les prepararía sus platillos favoritos, pero no quería dar la impresión de que los estaba comprando. Cuando todos terminaron de comer, tomó un sorbo más de su café y les dijo que quería compartir algo con ellos:

—Ustedes saben que yo quise mucho a su padre, siempre lo respeté y que me dolió mucho nuestra separación. Fueron semanas muy difíciles, no fue fácil rehacer mi vida, pero gracias a la terapia, logré sentirme mejor y salir adelante con mi vida. También me ha ayudado mucho una persona con la que he estado saliendo... —Rose abrió la boca con asombro y Hugo casi escupió un poco de su chocolate—. Fuimos compañeros en Hogwarts pero... digamos que estábamos en bandos distintos durante la guerra... Últimamente, y por situaciones de trabajo, empezamos a trabajar juntos en el proyecto de los austriacos, y ya después porque queríamos conocernos más. Él me ha dado seguridad, me hace feliz y por eso quise compartir esto que siento con los dos, porque mi relación con él creo que va muy en serio. Son adultos, sé que entienden que ustedes siempre serán lo más importante en mi vida, mi prioridad, pero...

—No tienes que pedirnos permiso, mamá —la interrumpió Rose sonriendo y apretando con cariño una mano de Hermione—. Si él te hace feliz...

—No vamos a sentirnos desplazados porque estés con alguien —secundó Hugo tomando la otra mano de su madre. Hermione sintió sus ojos llenarse de lágrimas—. Lo único que deseamos es que seas feliz, sobre todo después de lo que pasó y que no merecías. —El joven besó a su madre en una mejilla y la abrazó con amor.

—A mí me alegra que tengas a alguien. Estoy más tranquila sabiendo que no estás sola.

—También yo. ¿Tío Harry lo conoce? —Hermione asintió. Sabía que sus hijos confiaban ciegamente en su tío—. Si él lo aprueba por mí está bien.

—Y si quieres traerlo un día de estos a casa... —Rose estaba viendo a su hermano y él estuvo de acuerdo con la sugerencia.

—Supongo que quizá al menos, lo conocemos...

—Han escuchado de él... Es Draco Malfoy —dijo Hermione con cautela, lo que sorprendió a los dos jóvenes.

—¡Mamá! ¿En serio? —preguntó Hugo casi a punto de reír—. ¡Quiero estar presente cuando papá lo sepa!

—¡Hugo! —regañó su madre.

—Es cierto, nunca he escuchado que hable de él sin demostrar todo el odio que le tiene —ahora era Rose quien se reía.

—Que traiga a Scorpius... —agregó el joven mago una vez que rieron, imaginando la reacción de Ron—. Es un buen muchacho.

 Es un buen muchacho

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