Cadena de errores

17. AMARILLO

El domingo a primera hora, Ginny apareció mientras Hermione desayunaba y leía una carta de Hugo diciéndole que por sus EXTASIS, no iría a casa en vacaciones de Pascua, algo que sabía que él haría. Aprovechar la quietud del castillo de las vacaciones para estudiar era algo que ella también había aprovechado en su tiempo de colegio.

—Creí que estarías aquí más temprano. —Hermione no se había sorprendido por la presencia de Ginny esa mañana.

—Estaba... ocupada —sonrió con picardía.

—En algo que no me interesa escuchar —se apresuró a dejar en claro.

—¡Cuéntame todo!

—No hay mucho qué contar. Cenamos en su casa; cocinó para mí —Ginny abrió la boca con asombro.

—Vaya cajita de sorpresas es este Malfoy cuarentón...

—Y después de cenar, caminamos por los alrededores de su casa y luego me acompañó hasta acá.

—¿Y qué tal besa? —Sus ojos marrones brillaban como si fueran estrellas.

—¡Ginny! —Hermione se sonrojó.

—¡Dímelo! ¿Es tan bueno como imagino?

—No hubo nada de eso, Ginny —suspiró.

—¿No? —Su rostro reflejaba desilusión.

—No.

—Pero... entonces...

—Ginny, no empieces. Apenas podemos decir que tenemos una amistad.

—No sabía que Malfoy fuera tan... aburrido. Así no vale la pena que haya dejado mi cama —Ginny picó una fresa del plato de su amiga.

—Me contó que hoy tiene partido con los veteranos.

—Sí; Harry estaba puliendo el mango de la escoba cuando me vine. ¿Y si vamos?

—¿Al partido?

—¡Si!

—Ya sabes que el Quidditch nunca me ha llamado la atención.

—Porque no había una motivación llamada Draco Malfoy.

—Te escucho decir todo eso y no creo que me estés impulsando a tener algo con él, Ginny.

—¿Crees que voy a quedarme sentada viendo como le guardas luto al idiota de mi hermano eternamente?

—Yo no le guardo luto a Ron.

—Ambos están solteros, son jóvenes, él es atractivo, tú eres muy bonita. ¿Entonces?

—¿No es muy pronto?

—¿Pronto? ¿Pronto para qué? ¿Acaso olvidaste que el infame se casó a las seis semanas de firmar el divorcio? Por favor, Hermione, no me hagas reír. —Hermione se removió incómoda en su asiento—. Está decidido. Ponte algo bonito y vamos al partido.

La bruja asintió sin replicar, se cambió por un pantalón jeans y una blusa blanca con cómodos zapatos y luego de pasar por Grimmauld Place, se aparecieron en un campo de Quidditch. El partido había empezado, y en aquel momento, Harry evitaba ser golpeado por una bludger. Draco vestía un curioso uniforme con los colores de la casa Hufflepuff pero predominando el negro y Harry iba de naranja y azul. Ambos jugaban en posiciones diferentes a las que solían tener en Hogwarts. El partido se desarrolló con intensidad; a menudo se escuchaban los insultos de jugadores cuando eran golpeados o no lograban anotar seguido de burlas y risas estridentes de los contrarios. Era inevitable no pensar que los hombres se comportaban como niños en el campo, a pesar de que todos rondaban los cuarenta años.

Dos horas después el equipo de Draco atrapó la snitch y dio por concluido el juego. Ginny dejó sola a su amiga y salió en busca de su esposo.

Draco se quitó el sudor con la varita y se acercó a donde estaba Hermione, quien no quiso dejar pasar la oportunidad para burlarse. En sus ojos había un brillo malévolo.

—¿Amarillo y negro?

—No digas más. Una completa deshonra —fingió decepción pero luego, fijó su mirada en ella y habló muy suavemente—. Qué bueno verte por acá. —Draco esbozó una sonrisa, complacido.

—Emm, sí, bueno... Ginny me ha invitado y... —respondió nerviosa. Draco lo notó y en un impulso, le tomó una mano y la presionó ligeramente al tiempo que le sonreía.

—Me alegro que te convenciera.

Él seguía sonriendo y Hermione sintió su corazón palpitar a mil por hora con el gesto. Draco la soltó y volviendo hacia donde estaban todos, comentó:

—Saliendo de acá iremos a almorzar. Vendrás, ¿verdad? No acepto un no. Iré a las duchas y en unos minutos nos vamos. —Le guiñó un ojo y ella sonrió. Aún sentía el corazón desbocado como si fuera una adolescente, y su rostro sonrojado.

Ginny se acercó corriendo y le dijo que irían todos a almorzar y que no podría negarse a acompañarlos.

—Malfoy no te quitaba los ojos de encima —comentó con picardía y ella volvió a sentir esa extraña emoción en su interior que hacía demasiados años no experimentaba.