Capítulo 42

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El pupitre de Jungkook sigue vacío. Como hoy también es el único alumno que ha faltado a clase, su pupitre parece más vacío todavía.

Todo sigue igual que ayer cuando me marché, aunque parece que hayan pasado millones de años. Ahí está el agente, sentado junto a la puerta de la entrada. Y aquí el señor Kim, haciendo como si no pasara nada. Y el pupitre de Jungkook, vacío todavía.

Si pudiera me sentaría, pero han arrimado tanto la silla al pupitre que no quepo. Me siento en una silla suelta al fondo del aula y escucho al señor Kim explicar los quebrados. Aunque no dé brincos por la clase como otras veces, sigue siendo el mejor maestro del mundo. Es capaz de hacer reír a sus alumnos hasta cuando habla de cosas aburridas como numeradores y denominadores.

Me pregunto si la señorita Ji-eun habría secuestrado a Jungkook si de pequeña hubiese tenido un maestro como el señor Kim.

No creo. Yo creo que, con un poco de tiempo, el señor Kim sería capaz de transformar en buena persona incluso a Kim Mingyu.

Nada más llegar al colegio, la señorita Ji-eun se ha ido directamente a Educación Especial y yo me he venido aquí, a la clase del señor Kim, para escucharlo un rato. No puedo quitarme de la cabeza que he abandonado a Jungkook, pero pensaba que escuchar al señor Kim me consolaría un poco.

Y lo ha hecho. Un poco.

Cuando los niños salen al recreo, yo sigo a nuestro maestro hasta la sala de profesores. Es el mejor sitio para enterarse de lo que está pasando. El señor Kim come todos los días con un maestro y la señorita Sana, y siempre hablan de cosas interesantes.

Hay dos tipos de maestros en el mundo: los que juegan a dar clase y los que dan clase. La señorita Sana y, sobre todo, el señor Kim son maestros que dan clase. Hablan a sus alumnos con voz normal y dicen lo mismo que podrían decir en el comedor de su propia casa. Sus tablones de anuncios siempre parecen un poco mal hechos, sus escritorios un poco desordenados y sus libros un poco revueltos, pero los niños los quieren porque hablan de cosas que son reales, con su voz auténtica, y siempre dicen la verdad. Esa es la razón por la que Jungkook quiere al señor Kim.

Él nunca juega a que es maestro. Es él mismo, y eso hace que Jungkook se sienta un poco más a gusto en clase. No teme que le estén diciendo una cosa cuando querían decir otra.

Hasta Jungkook nota cuando una maestra juega a dar clase. A esa clase de maestras les cuesta que sus alumnos se porten bien. Les gustaría que estuvieran todos sentaditos y sentaditas escuchando en silencio y no usaran gomas elásticas como si fueran tirachinas cuando están en clase. Les gustaría que fueran tan buenos alumnos como eran ellas de pequeñas, siempre tan aplicadas y perfectas.

Las maestras que juegan a dar clase no saben qué hacer con niños como Jungkook, Kim Mingyu o Annie, que un día vomitó adrede sobre el escritorio de la señorita Momo. Esas maestras no entienden a los niños que son como Jungkook porque preferirían explicar la lección a sus muñecas que a niños y niñas de verdad. Recurren a pegatinas, gráficos y tarjetas para que sus alumnos se comporten, pero esas tonterías no sirven para nada.

Al señor Kim y a la señorita Sana les encantan los niños como Jungkook y Annie, incluso como Kim Mingyu. Con ellos los alumnos intentan portarse bien, y cuando se portan muy mal no tienen miedo a enfrentarse con ellos.

Por eso es mucho más interesante sentarse con ellos a la hora de comer.

El señor Kim está comiendo un bocadillo de sardinas. No sé qué es una sardina, pero no tiene muy buena pinta. El maestro ha arrugado la nariz al oírle lo que traía hoy para comer.

—¿Has tenido que volver a hablar con la policía? —le pregunta el maestro, bajando un poco la voz.

Hay otras seis maestras en la sala. Algunas de ellas son de esas que juegan a dar clase.

Memorias de un Amigo Imaginario || TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora