Capítulo 4

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—¿Tú crees que existo? —le pregunto a Jungkook.

—Sí —contesta—. Pásame ese bibotón azul.

Un bibotón es una pieza de Lego. Jungkook le ha puesto nombre a todas las piezas del juego.

—No puedo —le digo.

—Ah, es verdad. Se me olvidaba.

—Y si existo, ¿por qué eres el único que puede verme?

—Yo qué sé —responde él, con irritación—. Yo creo que sí existes. ¿Por qué siempre me preguntas lo mismo?

Tiene razón. Se lo pregunto mucho. Y lo hago adrede. No voy a vivir para siempre, lo sé. Pero, mientras Jungkook crea en mi existencia, seguiré vivo. Por eso le hago repetirme una y otra vez que existo, porque creo que así viviré más tiempo.

Claro que también sé que, si le doy la tabarra con esa pregunta, es posible que acabe dudando de si soy imaginario o no. Es un riesgo que corro. Por el momento, todo va bien.

La señorita Momo le dijo una vez a la mamá de Jungkook que «es habitual que los niños como él tengan amigos imaginarios, y que suelen perdurar más que los que crean los demás niños»

«Perdurar.» Me gusta esa palabra.

Yo perduro.

Los padres de Jungkook ya se están peleando otra vez. Jungkook no los oye porque está en el sótano con sus videojuegos y sus padres se gritan en voz baja. Parece como si llevaran mucho rato chillando y se hubieran quedado afónicos, que es lo que más o menos ha ocurrido.

—Me importa un bledo lo que diga la tonta de la terapeuta —dice el padre de Jungkook, con la cara colorada, gritando en voz baja—. Es un niño normal... con desarrollo tardío, sí, pero normal. Juega con sus juguetes.

Hace deporte. Tiene amigos...

El papá de Jungkook se equivoca. El único amigo de Jungkook soy yo.

Los demás niños del cole lo aprecian o lo odian o no le hacen ni caso, pero amigo de él no es ninguno, y tampoco creo que él quiera hacerse amigo de ellos. Jungkook prefiere estar solo. Incluso yo le molesto a veces.

Los compañeros del colegio que lo aprecian también lo tratan de otra manera. Como Kim Yugyeom, por ejemplo, un niño que quiere mucho a Jungkook, pero como se quiere a un carrito o a un osito de peluche. Yugyeom lo llama «mi pequeño Kookie», y se empeña en llevarle la fiambrera al comedor y subirle la cremallera del abrigo cuando salimos al patio, y eso que sabe que lo puede hacer solo. Jungkook no soporta a Yugyeom. Cada vez que se acerca a ayudarlo, o que lo toca siquiera, se pone de mal humor, pero no es capaz de decirle que lo deje en paz, porque le resulta más fácil ponerse de mal humor y aguantarlo que decirle lo que piensa. La señorita Jennie los puso juntos en clase porque pensaba que les vendría bien a los dos. Puede que a Yugyeom le haga bien la compañía de Jungkook, porque puede jugar con él como si fuera un osito de peluche, pero a Jungkookie no le va bien la compañía de Yugyeom.

—Haz el favor de no volver a repetir eso del desarrollo tardío —dice la mamá de Jungkook, con la misma voz que se le pone siempre que intenta no desesperarse—. Ya sé que no soportas tener que admitirlo, pero es lo que hay. ¿O es que todos los especialistas que lo han visto van a estar equivocados?

—Ahí está el problema — dice el papá de Jungkook, y de pronto la frente se le llena de manchas rojas—. ¡Que los especialistas no coinciden, bien lo sabes! —El padre de Jungkook habla como si disparara las palabras—. Y si ninguno sabe lo que tiene, ¿por qué mi opinión tiene que ser menos válida que la de un montón de expertos que no se ponen de acuerdo en nada?

Memorias de un Amigo Imaginario || TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora