Capítulo 58

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Jungkook llega al final de la calle de la señorita Ji-eun y se detiene.

Hasta ahora ha ido escondiéndose entre los árboles del otro lado de la calle, avanzando lenta y silenciosamente, pero cuando deje atrás esta calle, ya no habrá arboledas donde pueda esconderse. Ni casas con largos caminos de acceso para los coches o enormes extensiones de terreno a orillas de un estanque. Se encontrará en una calle con entradas más cortas para los coches, con casas pegadas unas a otras, con farolas y aceras.

Si la señorita Ji-eun todavía está persiguiendo a Jungkook, no le será difícil verlo.

—¡Ve hacia la derecha! —le indico gritando.

Jungkook se ha quedado en la esquina. Con el cuerpo apoyado contra un árbol. Parece que no tiene muy claro qué camino tiene que tomar.

—El colegio queda a la derecha —le digo.

—Bien —dice, pero, en lugar de salir de su escondite detrás del árbol, Jungkook se da la vuelta y se mete en el jardín que hay detrás de la primera casa de la calle.

—¿Adónde vas? —le pregunto.

—No puedo ir por la acera —contesta Jungkook—. Me vería.

—¿Por dónde vas a ir entonces?

—Por detrás de las casas.

Y eso hace. Avanzamos así durante casi treinta minutos, atravesando un jardín tras otro. Cuando no hay vallas entre las casas, ni árboles, garajes o coches, Jungkook corre. Agachado, pero a toda velocidad. Si el jardín está vallado, lo rodea por fuera, entre arbustos y maleza. Los arbustos le arañan la cara, y las manos y los pies se le empapan en los charcos y el barro, pero él sigue adelante. A su paso se encienden los focos de otras seis casas, pero sin que ninguno de sus ocupantes se dé cuenta.

Jungkook no es como ese Rambo de la película. Él no puede atravesar tan campante minas abandonadas, entrar por la fuerza en comisarías de policía o escalar montañas, pero eso porque aquí no hay minas, comisarías ni montañas. Lo que él tiene delante son casas, jardines, vallas, árboles y rosales, pero se enfrenta a ellos como si fuera Rambo.

Cuando llegamos al siguiente cruce, Jungkook reconoce la zona.

—El parque está al otro lado de la calle —dice—. Por ahí.

Apunta hacia la izquierda. El colegio está detrás del parque. Sin embargo, en lugar de torcer a la izquierda, tuerce a la derecha.

—¿Adónde vas? —le pregunto.

Jungkook ha salido ya andando, pegado a una valla por detrás de otra casa.

—No podemos cruzar la calle por ahí —me dice en un susurro—. Es justo donde la señorita Ji-eun imaginará que voy a cruzar.

Jungkook atraviesa la calle dos manzanas más abajo, pero no por un cruce. Espera escondido detrás de un coche aparcado hasta ver que no hay tráfico y luego cruza la calle olvidándose del paso de peatones.

Creo que Jungkook acaba de saltarse su primera norma.

A menos que exista una norma que prohíba hacer caca en la cabeza de alguien.

Al llegar al otro lado de la calle, se lanza otra vez a la carrera. Ahora por la acera en vez de ocultándose tras las casas, a toda la velocidad que le permiten sus piernas. Creo que pretende llegar al parque lo más rápido posible. A mí también me parece un lugar seguro. Los parques son lugares para niños, incluso en plena noche.

Jungkook cruza otra travesía más y luego gira a la derecha y entra en el parque, allí se aparta de los caminos asfaltados y va hacia un campo de fútbol que tiene dos empinadas pendientes a cada lado. Un día el padre de Jungkook quiso que bajara con el trineo por esas pendientes. Normalmente la gente las usa para sentarse a ver los partidos de fútbol, pero también para bajar en trineo por ellas.

Siempre que nieva, se llenan de niños. Aquel día, sin embargo, Jungkook no quiso montarse en el trineo; no hacía más que quejarse de que tenía los guantes empapados. Al final volvieron al coche y se fueron a casa; su padre no dijo ni una palabra en todo el camino.
Ahora veo a Jungkook bajar embalado por una de las pendientes, más rápido que un trineo por lo que parece; luego atraviesa el campo de fútbol. Cuando ya está cerca de la portería, gira a la derecha en dirección al campo de béisbol, pero no pasa por los senderos asfaltados y corre campo a través, se mete entre los árboles o bordea los caminos. Una vez deja atrás el campo de béisbol, gira a la derecha, bordeando el patio del colegio y va hacia la arboleda.

Entre el colegio y el parque hay un pequeño bosque, con senderos cubiertos con virutas de madera por los que a veces los maestros llevan a sus alumnos a pasear en otoño y primavera. El señor Kim llevó a su clase a hacer una caminata por allí hace unas semanas para que los niños se inspiraran y escribieran un poema sobre la naturaleza.

Jungkook se sentó en el tocón de un árbol e hizo una lista de las palabras que rimaban con «madera».

Encontró ciento dos palabras. No era un poema, pero aun así dejó impresionado al señor Kim.

Jungkook va hacia el bosquecillo. Corre a orillas de un pequeño estanque que hay junto a los árboles y se arriesga a tomar el sendero un momento antes de entrar en el bosque y desaparecer en la espesura.

Un cuarto de hora más tarde, tras perderse un par de veces por los caminos, llegamos al otro lado del bosque. Entre el colegio y nosotros hay un campo. El mismo campo donde muchas veces Jungkook no ha querido correr, saltar y jugar a la pelota. La luna se ve mucho más alta que cuando salimos de casa de la señorita Ji-eun. Está suspendida sobre el colegio como un gigantesco ojo ciego.

Quisiera felicitar a Jungkook, decirle que lo ha conseguido. Decirle que se quede escondido entre los arbustos que bordean el bosque y espere a que se haga de día. Que cuando los autocares empiecen a llegar a la glorieta que hay delante del colegio, no tendrá más que atravesar el campo y entrar por la puerta del cole como cualquier día de clase normal y corriente. Hasta puede acercarse al aula del señor Kim si quiere. Cuando haya entrado en el colegio, estará a salvo.

Pero en vez de decirle todo eso, pregunto:
—¿Y ahora qué?

Le digo eso porque yo ya no soy quien manda. No creo que pudiera ni aunque quisiera.

—Quiero irme a casa. Quiero ver a mi mamá y a mi papá.

—¿Sabes llegar?

—Sí.

—¿De verdad?

—Sí —vuelve a decir—. Claro.

—¿Cuándo quieres ir? —le pregunto, queriendo que me diga que esperaremos a que se haga de día. A que el señor Kim o el señor Park nos lleven a casa.

—Ahora —responde y se da la vuelta inmediatamente y echa a andar por la orilla del campo —. Quiero irme a mi casa.

Memorias de un Amigo Imaginario || TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora