Capítulo 22

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Han cerrado todas las puertas del colegio. Nadie puede entrar ni salir sin permiso de la policía. Ni siquiera los profesores. Tampoco el director. Es curioso, porque yo soy el único que sabe que la señorita Ji-eun se ha llevado a Jungkook, pero también soy el único que puede salir del colegio.

Tengo la impresión de que es a mí a quien no deberían dejar salir, pero es al revés.

Pero, aunque sepa lo que le ha pasado a Jungkook, aún no sé adónde se lo ha llevado la señorita Ji-eun, y, aunque lo supiera, tampoco sabría qué hacer. No puedo hacer nada. Así que estoy tan bloqueado como los demás, que no saben nada. Lo que sí es posible es que el más preocupado sea yo.

Preocupados lo estamos todos, el señor Kim, la señorita Momo, y el director, pero yo creo que estoy más preocupado que nadie porque sé lo que le ha pasado a Jungkook.

Incluso los policías están preocupados. Se lanzan miraditas raras y hablan en voz baja para que no los oigan ni los maestros ni el director. Pero yo los oigo. Puedo ponerme a su lado y escuchar todo lo que dicen. Lo que no puedo hacer es que me oigan a mí.

Soy el único que podría ayudar a Jungkook, pero nadie puede oírme.

Cuando entré en este mundo, al principio intentaba que los padres de Jungkook y los demás me escucharan, porque no sabía que no podían oírme. Creía que no me hacían caso.

Recuerdo que una noche Jungkook salió con su madre y yo me quedé en casa con su padre.

Tuve miedo de salir con Jungkook porque nunca me había movido de casa, así que me pasé toda la noche sentado en el sofá con su padre. Venga a gritarle y chillarle. Pensaba que se acabaría hartando de oírme y al menos se volvería para decirme que me callara. Yo le suplicaba que me hiciera caso, pero él no apartaba la vista del partido de béisbol que ponían en la tele, como si yo no existiera. De pronto, en mitad de uno de mis gritos, se rió. Por un momento pensé que se reía de mí, pero debió de ser por algo que había dicho el hombre de la tele, porque también él estaba riendo. Yo pensaba que era imposible que el padre de Jungkook oyera lo que decía el de la tele con lo que yo estaba gritando, y encima en su oreja. Entonces comprendí que aparte de Jungkook nadie más podía oírme.

Después conocí a otros amigos imaginarios y descubrí que ellos sí me oían. Los que podían, claro, porque no todos son capaces de oír.

Una vez conocí a una amiga imaginaria que era un simple lacito del pelo con dos ojos. Ni me di cuenta de que era una amiga imaginaria hasta que empezó a mirar hacia mí parpadeando, como si intentara mandarme una señal. Parecía un simple lacito en el pelo de una niña. Un lacito rosa. Por eso supe que era una niña, porque era rosa. Pero no oía nada de lo que yo le decía porque su amiguita la imaginó así. Muchos niños se olvidan de crear a sus amigos imaginarios con orejas, pero normalmente los imaginan capaces de oír. Pero aquel lacito, no. Solo me miraba, venga a parpadear, y yo parpadeaba de vuelta. Además, tenía miedo. Se lo notaba en la mirada y en la forma de parpadear, pero, por mucho que lo intenté, no pude decirle que no se preocupara.

Yo lo único que podía hacer era parpadear. Aunque al menos me pareció que todo aquel parpadeo la tranquilizaba un poco. Que la hacía sentir menos sola.

Pero solo un poco.

Si yo fuera un lacito sordo pegado a la cabeza de una niña de preescolar, también sentiría miedo.

La niña imaginaria con forma de lacito rosa desapareció al día siguiente, y aunque para mí no existir es lo peor que le puede pasar a alguien, creo que para aquella niña seguramente fue un consuelo. Al menos ya no tendría que pasar tanto miedo.

La policía cree que Jungkook se ha escapado del colegio. Eso es lo que están diciendo ahora, de pie en un corrillo, susurrando. Creen que el señor Kim no les ha dicho la verdad.

Memorias de un Amigo Imaginario || TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora