Capítulo 7

137 18 4
                                    

Hoy he visto a Jimin en el colegio. Me lo he cruzado cuando iba hacia el comedor. Me ha saludado con la mano.

Está empezando a desvanecerse.

No me lo puedo creer.

Cuando ha levantado la mano para saludarme, a través de ella he visto su pelo pincho y su sonrisa dentuda.

Hay amigos imaginarios que tardan mucho tiempo en desaparecer y otros que muy poco, pero tengo la impresión de que a Jimin no le queda mucho tiempo en este mundo.

Su amigo humano es un niño de seis años que se llama Yoongi. Jimin lleva solo dos años en el mundo, pero es mi amigo imaginario más antiguo y no quiero que desaparezca. Es el único amigo de verdad que tengo aparte de Jungkook. Temo por él.

Y por mí también.

Algún día también yo levantaré la mano para saludar y veré a Jungkook a través de ella: entonces sabré que yo también estoy desapareciendo. Algún día me moriré, si es que los amigos imaginarios se mueren.

Que supongo que sí... ¿no?

Me gustaría hablar con Jimin, pero no sé qué decirle. No sé si sabrá que está desapareciendo.

¿Tendría que decírselo por si no lo sabe?

Hay muchos seres imaginarios en el mundo que nunca llegaré a conocer porque no salen de su casa. Muchos no tienen la suerte de poder ir al colegio o de ir por ahí solos como Jimin y yo. Un día la madre de Jungkook nos llevó a casa de una amiga suya y conocí a tres amigas imaginarias. Estaban las tres delante de una pizarra, sentadas en unas sillitas minúsculas. Tenían los brazos cruzados y escuchaban, quietas como estatuas, a una niñita llamada Lisa que les recitaba el alfabeto y les ponía problemas de matemáticas. Pero aquellas amigas imaginarias no podían andar ni hablar. Cuando entré en la habitación, se quedaron las tres quietas mirándome.

Parpadeando y ya está.

Parpadeaban nada más.

Esa clase de amigos imaginarios no suele vivir mucho. Una vez, en la clase de preescolar, de repente apareció una amiga imaginaria y a los quince minutos ya había desaparecido. Fue creciendo en mitad de la habitación, como uno de esos globos con forma de persona que venden en los desfiles, y acabó más o menos con mi misma altura. Era una niña grandota, de color rosa, con coletas y flores amarillas en lugar de pies. Pero pasado el momento del cuento, fue como si la hubieran pinchado con un alfiler. Se encogió poco a poco hasta que ya no la vi más.

Pasé mucho miedo viendo cómo aquella niña rosa de saparecía. Quince minutos no son nada.

La pobre ni siquiera llegó a oír el cuento entero.

Jimin, en cambio, lleva mucho tiempo en el mundo. Somos amigos desde hace dos años. No me puedo creer que se esté muriendo.

Me gustaría regañar a su amigo humano, Yoongi, porque es culpa suya que Jimin se esté muriendo.

Yoongi ya no cree en Jimin.

Cuando Jimin muera, la madre de Yoongi le preguntará a su hijo qué ha sido de su amigo imaginario, y Yoongi contestará algo así como «Jimin ya no vive aquí» o «No sé dónde está» o «Se ha ido de vacaciones». Y su madre se dará la vuelta muy risueña, pensando que su hijito se está haciendo mayor.

Pero no. No será eso lo que pase. Jimin no se marchará de vacaciones. Ni se irá a vivir a otro país.

Jimin se está muriendo.

«Has dejado de creer, Yoongi, y ahora mi amigo se va a morir. Pero, aunque tú seas el único ser humano capaz de verlo y oírlo, eso no significa que Jimin no sea real. Yo también soy capaz de verlo y oírlo. Jimin es mi amigo.

Memorias de un Amigo Imaginario || TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora