Capítulo 33

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Vuelvo al interior de la casa. Tiene que haber alguna habitación o algún armario en los que no me haya fijado antes. De pie en medio del comedor, llamo a voces a Jungkook. No oigo el eco de mi voz porque el mundo no la oye. El único que la puede oír es  Jungkook. Pero, si el mundo pudiera oírme, me llegaría su eco. Una y otra vez. Así de alto grito su nombre.

Recorro la planta baja de nuevo, más despacio esta vez, y voy del comedor a la cocina, de la cocina a la sala de estar y vuelta otra vez al comedor. Me detengo un momento en la sala de estar donde está el televisor y echo un vistazo a los marcos de plata con las fotos. En las tres se ve a un niño. En una de las fotos está andando a gatas, y en otra ya de pie, agarrado a una bañera. Sonríe en las tres. Tiene el pelo castaño, los ojos grandes y la cara regordeta.

No puedo creer que la señorita Ji-eun tenga un hijo. Un niño pequeño. Lo digo en voz alta para ver si eso lo hace más real: «La señorita Ji-eun tiene un hijo pequeño». Vuelvo a decirlo porque sigo sin creérmelo.

¿Dónde estará ese niño? ¿En la guardería quizá?

Ya lo tengo: puede que la señorita Ji-eun deje al niño con alguna vecina mientras está trabajando y haya salido a recogerlo. Ya está. Seguro que es eso. Ha salido de casa mientras yo estaba arriba o quizá cuando he bajado al sótano, pero no ha cogido el coche. Ha ido a casa de la vecina a recoger a su hijo o tal vez a la guardería del barrio. Ha ido a algún sitio de por aquí cerca. Puede que haga siempre ese recorrido andando, porque a los pequeños les conviene que les dé un poco el aire, y así por el camino le preguntará qué tal le ha ido el día, igual que hacen todas las mamás, aunque los niños todavía no sepan hablar.

Ya me siento un poco más aliviado. No sé dónde está Jungkook, pero, si sigo a la señorita Ji-eun, daré con él. Si no la pierdo de vista, todo saldrá bien. También puede ser que Jungkook esté en otra casa con el marido de la señorita Ji-eun. Es posible que el señor y la señora Lee tengan una segunda residencia en Vermont, como esa de la que siempre habla May McCormick cuando encuentra quien la escuche. A lo mejor se han llevado a Jungkook a su segunda residencia. A algún sitio apartado donde la policía nunca pueda encontrarlos.

Sería muy astuto por parte de la señorita Ji-eun haber hecho algo así. Llevarse a Jungkook a un lugar apartado donde la policía nunca pudiera encontrarlo. A algún sitio lejos de esos padres que a ella no le inspiran confianza y de esa escuela donde ella cree que Jungkook no debería estar.

Pero no hay nada que temer. Si sigo de cerca a la señorita Ji-eun, al final me llevará hasta Jungkook. Aunque esté en Vermont, lo encontraré.

Me miro la mano. La levanto a la altura de los ojos. Me siento culpable haciendo eso, pero me recuerdo a mí mismo que es por el bien de Jungkook, aunque yo sé que también lo hago por mí mismo. Más por mí que por él. Mi mano sigue igual que siempre. No estoy desapareciendo. Y Jungkook está bien. Esté donde esté.

Decido registrar la casa una vez más mientras espero a que vuelva la señorita Ji-eun. Me siento como uno de esos policías de la tele que buscan pistas, que es justo lo que yo estoy haciendo. Buscar pistas que me lleven hasta Jungkook.

En la cocina veo un armario en el que no me había fijado antes, y me asomo aun sabiendo que Jungkook no está dentro. Sería un sitio muy tonto en el que encerrar a un niño; además, si estuviera ahí, habría oído mis voces llamándolo. Dentro está oscuro, pero entre la penumbra distingo latas y cajas. Es una alacena.

En la sala de estar descubro otra serie de fotos del niño de la señorita Ji-eun, sobre las repisas de las dos chimeneas y las mesitas. No he visto ninguna foto del señor Lee, cosa que me parece un tanto extraña en un primer momento, pero luego caigo en que seguramente es él quien las saca todas. En casa de Jungkook pasa lo mismo. Su padre no sale en ninguna porque siempre está detrás de la cámara en lugar de delante.

En casa de la señorita Ji-eun hay pocos trastos. No veo revistas amontonadas. Ni fruteros. Ni juguetes tirados en el suelo o canastos llenos de ropa sucia cerca de la lavadora. Tampoco platos en el fregadero ni tazas de café vacías en la mesa de la cocina. Me recuerda la casa de Jungkook cuando sus padres la pusieron en venta. Jungkook estaba en preescolar, y sus padres decidieron que tenían que mudarse a una casa más grande por si algún día Jungkook tenía un hermanito o una hermanita, así que plantaron un gran letrero en el jardín de delante, como una etiqueta de esas que llevan el precio puesto pero sin precio, para que la gente supiera que la vendían. Y de vez en cuando venía a casa una señora que se llamaba Meg y traía a extraños cuando no había nadie dentro para que pudieran verla y decidir si querían comprarla.

Jungkook no soportaba la idea de tener que mudarse. Él detesta los cambios, y trasladarse a otra casa suponía un gran cambio. Como se bloqueó varias veces al saber que iban a venir extraños a ver la casa, al final sus padres optaron por no decirle nada de aquellas visitas.

Al final creo que fue por eso por lo que no nos mudamos. Les preocupaba que Jungkook se bloqueara para siempre si nos trasladábamos a otro sitio. Cada vez que venía alguien a ver la casa, los padres de Jungkook guardaban enseguida los periódicos y las revistas en un cajón de la cocina y metían en un armario toda la ropa que estuviera tirada por el suelo. Y hacían la cama, cosa que no hacen nunca. Querían dar la impresión de que en aquella casa nadie dejaba nada fuera de sitio para que aquellos extraños se hicieran una idea de cómo sería si en ella vivieran personas perfectas.

Con la casa de la señorita Ji-eun pasa lo mismo. Parece que en cualquier momento vaya a venir un extraño a visitarla. Pero no creo que la señorita Ji-eun tenga intención de venderla. Yo creo que así es como es ella.

Decido recorrer otra vez el piso de arriba y el sótano, por si en la primera vuelta se me ha pasado algún armario o alguna pista que pudiera llevarme hasta Jungkook. Descubro más fotografías del niño de la señorita Ji-eun y un armario en el vestíbulo de arriba. Pero Jungkook no está dentro.

En el sótano encuentro tres armarios, pero oscuros y llenos de polvo; además, dentro no podría caber Jungkook porque son demasiado pequeños. Encuentro también unas cajas con clavos, una pila de ladrillos, unos canastos de plástico llenos de ropa y un cortacésped, pero ni rastro de la señorita Ji-eun ni de Jungkook.

No pasa nada. La señorita Ji-eun va a entrar por la puerta en el momento menos pensado. Aunque sepa que Jungkook no vendrá acompañándola, no pasa nada. Con encontrarla a ella ya tengo bastante, porque sé que me llevará a Jungkook.

Estoy en el comedor, de pie ante las puertas correderas de cristal mirando el estanque, cuando por fin oigo que la puerta se abre. Ahora las sombras de los árboles están entrando en el estanque y ya casi no se ven destellos de color naranja en el agua. El sol está demasiado bajo. Me vuelvo, entro en la cocina y voy hacia el pasillo que lleva hasta la puerta de entrada, cuando de golpe caigo en que no era la puerta principal la que he oído abrirse.

Era la puerta del sótano.

La señorita Ji-eun acaba de cruzar la puerta del sótano. Ha entrado en la cocina por la puerta del sótano.

Pero yo he estado en el sótano hace solo un par de minutos, cuando he descubierto esos armarios y esas cajas con clavos. La señorita Ji-eun no estaba allí hace un par de minutos, pero ahora resulta que acaba de entrar en la cocina y de cerrar la puerta del sótano tras ella.

Tengo más miedo que nunca.

Memorias de un Amigo Imaginario || TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora