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Jueves 27 de enero, 6:00pm

Samuel

— ¿Te ayudo?

La voz de Brooklyn llegó por detrás, abrí los ojos a la vez que ella me envolvía con sus delgados brazos.

— ¿Ya has comido? —pregunte girando en la silla para que se sentara sobre mis piernas.

Ella se sentó encima de mí y me abrazó, quedó pegada a mí como un koala. Brooklyn no dejaría de ser cariñosa nunca y eso era algo ventajoso para mi después de todo era a mí a quien le costaba demostrar cariño.

— ¿Comer sin mi esposo? —Murmuró entre risas —Te estuve esperando ¿Has terminado ya?

Negué con la cabeza al mismo tiempo que la apegaba aún más a mí, sujetando su cintura.

—Aún no he terminado.

— ¿Qué es lo que no has terminado?

—Solo abrácenme —pedí hundiendo mi cabeza en su hombro —No sé qué haría sin ustedes.

Brooklyn se apartó suavemente para sujetarme del rostro y mirarme con preocupación.

—Sam, dime que es lo que pasa ¿Por qué has estado metido en este despacho desde que Dulce vino a visitarnos aquel 23 de diciembre? ¿Qué tienes que ver tú con ella? ¿Por qué después que vino sucedió el secuestro?

Ella podía ser tan preguntona pero tenía razones para serlo, la había descuidado tanto que incluso empezaba a sentirme culpable por ello.

Además estaba el tema de Dulce, empezaba asentirme angustiado por ella ¿Cómo estaría? Prometí regresarla a casa viva, después de que todo terminara.

—Brook...—besé sus labios de forma rápida —No te preocupes.

— ¿Cómo quieres que no me preocupe? —Soltó alterada —Quiero saber si estas metido en un lio gordo ¿Debo temer por mi vida? ¿Por la tuya?

—Brooklyn...—ella me miró con una intensidad única.

No servía de nada ponerme a discutir con mi esposa, era tan terca e impulsiva. Aunque demostrara ser una persona serena, Brooklyn tenía un carácter decidido, se podría decir que incluso tenía un toque de locura en ella.

—Samuel...—Bien, se había enojado.

—Confía en mi —pedí tomando su rostro entre mis manos —No temas, estoy aquí para ti.

—Pero ¿Por cuánto tiempo? Has estado saliendo últimamente...—soltó de manera rápida —Quedamos en que la relación con tu padre mejoraría, que permitiría que se acerque a nosotros siempre en cuanto tú no te involucres nuevamente en su negocio.

—No estoy en su negocio, lo sabes, no desde lo que sucedió con mi hermano.

Ella arrugó el entrecejo molesta.

—Lo sé pero también sé que estas metiendo a Zed en tus planes, es tu amigo ¿No puedes simplemente dejarlo fuera? ¿Acaso no te das cuenta de que puede salir lastimado? Incluso tú.

—Brooklyn...—corté sus palabras con un beso.

Al separarnos ella quedó más calmada pero su mirada molesta y preocupada no se esfumó.

—No quiero perderte —soltó sin mirarme —No quiero que te vayas.

—No me iré ¿Por qué lo haría?

—Sé que aun piensas en la muerte de tu hermano, sé que quieres venganza por ello pero joder ¿Por qué quieres dañar tu presente cuando el pasado ya está enterrado?

Prohibido Odiar a Dulce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora