18| ¿Quieres saber la verdad?

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Sábado 8 de marzo

Dulce

— ¡¿Qué hizo que?! — grité saliendo de la cama a rastras con intenciones de agarrarlo a golpes.

— Yo no tengo la culpa — trató de excusarse Alexander mientras rodeaba la cama con el ramo de rosas en un brazo y una caja de chocolates en su otro brazo. 

Creo que buscaba huir de mi furia. 

— Eres un idiota. — grité lanzándole una almohada — De los peores.

— Pero te digo que no tengo la culpa — gritó de igual forma que yo — Incluso te traje una ofrenda.

Dejó caer sus regalos sobre la cama.

— ¿Por qué eres tan imbécil cuando tomas? — solté a la defensiva.

— ¿Cómo sabes que estuve ebrio?

—¿De que otra manera pudo saber Eduardo que cogimos? 

¿En serio se había sonrojado? Dios mío, a veces se me olvidaba que este sujeto estaba loco. No podía sentir ni siquiera una mínima empatía por él.

— Bien, quizá se me salió cuando tomé junto a él.

— Entonces además de que estas loco eres un maldito alcohólico  — seguí gritándole por todo el cuarto, cuando no pude aguantar mas la vergüenza de lo que había provocado el que dijera tales palabras frente a ese viejo decrepito, cogí el ramo de rosas y se lo lance a la cabeza.

Ahora todo el mundo sabia que él y yo...

Dios mío.

Esto no había sido parte de mis planes, que se enteraran de esta forma ¿Qué pensarían? No, claro que no pensarían que yo había planeado aquel encuentro, lo mas acertado era que creyeran que Alexander me había tomado por la fuerza.

— Ya me disculpe. — soltó con seriedad mientras se tocaba la mejilla 

¿Cuándo se había cortado?

Quise acercarme pero al instante recapacite y retrocedí aun mas.

— ¿Quién demonios trae rosas con espinas? -susurré incrédula, no se porque tenia tantas ganas de gritarle y menos se por que Alexander me  había estado aguantando estos días aun con mi pésimo humor.

Sabia que trataba de ganarme pero ¿De verdad lo iba a hacer de esta forma? ¿Acaso no me iba a tomar por la fuerza como todos en este maldito sitio estaban acostumbrados a hacer?

— Así es el amor que siento por ti. — se acercó lo suficiente para coger mi mano y pegársela a su mejilla donde un hilo de sangre bajaba con lentitud — Hermoso pero tan mortal.

Quise reír, en su lugar, solo retiré mi mano con fuerza y negué con la cabeza.

Que molesto sujeto.

— No morirás con ese pequeño corte.

— Podría hacerlo.

— Seria un milagro.

— Entonces me quieres muerto.

— Exactamente, es la única forma en la que te quiero.

Sus ojos parecieron analizar los míos, y asintió levemente frente a sus pensamientos ¿En que demonios pensaba? 

—¿Acaso piensas matarte? — solté a la defensiva en su dirección — ¿Por mi?

Él sonrió y se acercó nuevamente, para coger mi rostro entre sus manos y soltar con emoción:

Prohibido Odiar a Dulce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora