42| Nuestro propio plan

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29 de junio

Becca

Habían pasado días, no, semanas.

Al parecer la idea de tenernos unos cuantos días aquí, en medio del bosque helado, no había resultado tal como quería Eduardo. En realidad, gracias a la aparición y sobrevivencia de Brook, no pudimos movernos, ni tampoco nos pudieron sacar del país.

—Dios, extraño tanto mi cama.

La voz susurrante de Ada se escuchó de entre las sabanas de su cama.

Traté de ignorarla en cuanto termine de tender mi cama para sentarme sobre los edredones recién acomodados con las piernas cruzadas.

Miré por la ventana.

El día era frio, más que de costumbre y como solía ser nuestra rutina, no podíamos hacer más que quedarnos en la habitación, aunque en estas últimas semanas, Dulce nos había sorprendido visitándonos, claro que no se atrevía a cruzar la puerta pero al menos parecía tener interés en hablar con nosotras, salvo que quizá no fuera interés sino aburrimiento.

Por otro lado, Ada estaba a un paso de volverme loca. Hace una semana la descubrí saliendo de la habitación y podía asegurar que no era la primera vez que lo hacía, cada vez que yo me dormía, ella aprovechaba para salir, al menos tres veces por semanas durante las horas del almuerzo salía.

Dios sabe a dónde, pero lo único bueno era que no se dejaba atrapar.

A este punto, había llegado incluso a resignarme, no podíamos escapar de este lugar, incluso si salíamos de este hotel, fuera solo nos esperaba un extenso camino donde no encontrarías mas que animales salvajes y ninguna salida.

La clave ahora era ser pacientes.

—Becca, juguemos algo. —gritó aun envuelta en sus sabanas. —Me aburro.

—Puedes salir, dejarte atrapar y recibir un castigo, suena más emocionante ¿No te parece? —respondí sin mirarla.

Ella solo rió por unos segundos con ganas antes de volver a hablar.

— ¿Estas molesta porque no te conté que salía a escondidas?

La miré por un segundo de reojo, luego simplemente la volví a ignorar, fingí leer.

—Si no te lo dije fue porque no quería involucrarte, soy buena amiga.

—No eres mi amiga.

—Ah, entonces no debería contarte lo que vi afuera.

Había estado interesada en eso últimamente pero tampoco quería preguntárselo. Pase las paginas como loca en silencio, hasta que la curiosidad no pudo más.

— ¿Qué fue lo que viste? —pregunté calmada, fingiendo completo desinterés.

—No puedo decírtelo, no somos amigas. —respondió con simpleza cubriéndose la cabeza con una almohada.

—Bueno, no me digas.

—Está bien, te lo diré pero ya no me insistas.

Quise reír pero reprimí las ganas para lanzarle una almohada

—Bien, ya para con la violencia, te lo diré.

—Te escucho.

—Estuve...observando a Dulce. —lo último lo susurró.

Deje mi libro y camine hasta su cama, para sentarme, ella al ver mi cercanía se sentó frente a mí para comenzar a contar todo lo que había estado haciendo a mis espaldas.

Prohibido Odiar a Dulce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora