14| Pesadillas

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Jueves 24 de febrero

Damián

—Ella te abandonó —soltó papá sujetando bruscamente de mis hombros —Te traicionó.

Asombrado por todo lo que había dicho, retrocedí un paso zafándome de su agarre.

—Ella no pudo traicionarme —murmuré incrédulo —Ella no es así...

—Tienes que irte, Damián, huye porque aquí nadie te quiere...

Sujeté mi cabeza con dolor ¿Por qué me decía todas estas cosas? ¿Por qué me lastimaba si yo era su hijo, su sangre?

— ¡No! —Grité tratando de pasar pero papá una vez más me lo impidió —Es mi hermana, ella no me traicionaría ¡Ella jamás haría eso!

—Lo hizo, me lo contó todo, tú fuiste el de la idea...

Negué repetidas veces. Yo no había hecho nada malo ¿Por qué debía irme?

—Quiero ver a mi hermana...—pedí al borde del llanto —Ella no pudo traicionarme, lo hicimos los dos.

— ¿Por qué no comprendes? Ellie dijo que todo fue tu idea, por tu culpa, Henry...

— ¡No! —Me cubrí los oídos con las manos —Yo no lo hice, no hice nada, yo no lo lastimé.

—Mi hermano murió —declaró papá tomándome del brazo —Y todo es culpa tuya.

—Pero, papá...—traté de llamar su atención pero él solo me ignoraba, cegado por la ira —Yo no hice nada, jamás lastimé al tío Henry, tú...

—Lo mejor es que olvides lo que pasó —palmeó mi hombro — ¿Escuchaste? Tú y tu hermana, no saben lo que le pasó a Henry, así que huye de aquí, ahora mismo, vete.

—Tú eres mi padre ¿Por qué quieres deshacerte de mí?

—Porque tú no eres mi hijo.

—Papá...—mi pecho comenzó a doler nuevamente, papá siempre me lastimaba con sus palabras.

—Ya no soy más tu padre, considérate huérfano.

—Quiero ver a mi mama —pedí con la vista nublada —No quiero irme, quiero quedarme con mi mamá.

—Lárgate de mi casa.

—Quiero a mi mamá —exigí recibiendo un golpe de Harry —Por favor, solo quiero ver a mi mamá.

—Ella tampoco quiere saber nada de ti. Nadie quiere saber nada de ti, ni tu hermana, ni tu madre, ni yo.

— ¿Por qué? —Grité en medio del llanto — ¿Qué les hice yo? Jamás los lastimé...

Entonces, de manera fría y sombría me miró y dijo:

—Existir.

— ¿Qué?

— ¿Por qué no pudiste ser como uno de nosotros? ¿Por qué eres tan débil? No eres un Vans, yo no te reconozco como mi hijo ¿Era eso lo que querías escuchar?

Un nudo interminable se formó en mi garganta.

—Está bien —limpié mis lágrimas con la manga de mi casaca —Me voy.

—Es lo mejor.

—Para ti —aclaré dolido.

De repente el sentimiento de tristeza se esfumó dándole lugar al enojo ¿Por qué me hacia todo esto? ¿Por qué era débil frente a sus ojos?

Prohibido Odiar a Dulce ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora