Por el momento me encantaba la universidad, las clases estaban muy bien, compartía clase con muchas personas, éramos cincuenta, en la reunión de iniciación ya nos avisaron de que mucha gente se iría en el primer año y que seríamos muchos al principio. Yo no pensaba abandonar mis estudios, con lo que me había costado.
Me había quedado impresionada por el tamaño de las clases, aparte de que no estaba acostumbrada a pasarme 3 horas en una silla escuchando a un hombre el cual estaba segura de que preferiría estar en cualquier otro lado del mundo menos aquí, esta universidad tenía todo su mobiliario bastante antiguo. No todo era feo, pero la gran mayoría sí, se salvan las maravillosas lámparas de araña que colgaban de los techos más altos. Mis gustos eran demasiado minimalistas y futuristas para esta universidad. En las asignaturas me daban mis libros, que tenía que devolver a final de curso.
Al fin acabé el día a las dos del mediodía, literalmente solo había tenido dos clases hoy, con descansos por parte de los profesores de quince minutos a la mitad de cada clase.
Mi emoción había decaído cuando mi culo había empezado a doler con fuerza.
Me dejé caer en mi cama y cerré los ojos, aún me palpitaba el culo de dolor. No me di ni cuenta y me dormí, pero unos golpes en mi puerta me despertaron poco después.
- ¿Si? - dije adormilada.
- ¡Beth, soy yo!
- Voy.
La voz de Bárbara me hizo levantarme de golpe, mierda, me había olvidado de que vendría después de clase. Me puse espray para el aliento y peiné mi pelo, corroborando de que llevaba todo: llaves, móvil, monedero...
Abrí la puerta y sus grandes ojos azules me miraron con una sonrisa, iba con mi ropa, pero los accesorios rosas quedaban extraños.
- Vamos, comeremos algo allí.
No había pensado en la comida, no podía permitirme gastar dinero en comer fuera, mi hermano estaba deseando ir a Europa con su colegio y sería muy egoísta de mi parte hacer eso. Cerré la puerta con llave y caminé detrás de ella mientras íbamos a su coche.
- Yo ya he comido, pero te acompaño.
- Vale, gracias.
Entrelazó nuestros brazos y seguimos caminando, tuve que sujetarla con más fuerza cuando empezamos a caminar por el suelo de pequeñas piedras en el parking.
- ¿A quién coño se le pasó por la cabeza que poner piedras en el parking era la mejor opción? - se quejó.
- Estoy segura que a un hombre.
Se rió de mi broma y agarró con más fuerza mi mano hasta que llegamos a su coche, que sorprendentemente no era rosa, si no blanco, un audi blanco.
- Esta es la razón por la que mis madres me chillaban esta mañana.
- ¿Por tu coche?
- Antes era rosa.
Sonreí y alce las cejas, imaginándome ese precioso coche rosa.
- ¿Qué tipo de rosa?
- Este tipo de rosa.
Sacó su móvil y me enseñó una foto de el coche que tenía delante pero en un tono fucsia. Arrugué la nariz y ella asintió con la cabeza.
- Pues eso.
- Has tomado una buena decisión.
- Gracias, lo sé.
Desbloqueó las puertas y me metí de copiloto. Ella se sentó a mi lado, no pude evitar ver que iba a conducir con tacones de aguja, no quería morir hoy, pero tampoco le iba a decir nada ya que si lo pensaba, estaba segura de que ella estaba acostumbrada.
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Los Secretos De Nate
Romance*contenido +18, corres el peligro de enamorarte de personajes literarios* Si conocieras a Nate, el chico más popular de la universidad y por alguna razón él se interesara por ti ¿qué harías? Elisabeth no tiene una vida demasiado interesante, te aseg...