Capítulo 12

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- ¡¿En qué momento de te ocurre hacer eso?! - dije entre risas.

- No lo sé, me he imaginado su cara y lo demás ha ocurrido solo, la verdad es que ha sido más gracioso de lo que esperaba.

Su risa no cesaba, creo que era la primera vez que le oía reír a carcajadas, hasta su risa era formal y masculina.

Me dolía la barriga de tanto reírme, mi mano se posó allí y miré al frente.

- ¿A dónde vamos?

- ¿Te gusta el chocolate?

- Sí.

- Vamos a un sitio especial en el que nos darán chocolate gratis.

- Entonces me apunto.

- ¿Sabes? Nunca pongo música en el coche por si no te gusta.

Le miré sonriente, esto era nuevo, ¿acaso me estaba contando algo de él?

- Prueba.

- No te esperes gran cosa, me gusta ir tranquilo, pon música. - dijo pulsando la pantalla táctil.

- De acuerdo, pongo tu playlist de Spotify. - dijo el coche.

Y la primera canción empezó, melodía lenta, sabía qué canción era, me gustaba aunque era bastante triste la letra, hablando de desamor.

- ¿Qué te parece? ¿La quito?

- No, déjala, me gusta.

Sus manos volvieron al volante y pude ver una pequeña sonrisa en su rostro.

Acabamos aparcando en medio de la calle, el cielo estaba oscuro y tenía pinta de que iba a llover, pero los dos ignoramos ese pequeño detalle y salimos del coche.

- ¿Por donde vamos?

- Por aquí.

Entrelacé el brazo con el suyo y, aunque lo había echo sin pensar, le miré de reojo a ver si le incomodaba, pero no daba señales de ello, así que seguí así, caminando a su lado.

- ¿No va a llevarte mañana a tu casa? - dijo mientras nos adentrabamos en las calles.

- No, iré en autobús.

- Puedo llevarte yo si quieres.

- No lo veo adecuado, estamos aún conociéndonos.

- Somos amigos.

- Sí, pero no llevamos demasiado tiempo hablando.

- Es que no tengo móvil.

Le miré con el ceño fruncido y negué con la cabeza.

- No me refiero a eso, nos conocemos de apenas tres días.

- Se han formado matrimonios con menos.

- ¿Es una propuesta? - dije alzando las cejas, bromeando.

Él se rió y su mano se deslizó por mi brazo buscando mi mano. La cogió con fuerza y la sostuvo en alto.

- Sí, oh Hollywood, concédeme el honor de ser tu esposo, cásate conmigo.

- No, gracias. - dije sonriendo.

- ¿No?

- No.

- Me has roto el corazón.

- A todos nos pasa alguna vez.

Volvió a poner mi brazo con el suyo y caminamos como dos abuelos por las calles estrechas de allí. Esta vez sí me había traído ropa de abrigo, aunque no paraguas.

Los Secretos De NateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora