Capítulo 14

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Estuvo bien poder pasar toda la tarde del viernes con mi hermano. Pudimos ponernos al día de todo lo que pasaba en nuestras vidas y nos quedamos hasta tarde hablando, agradecía mucho la ayuda de Bianca, que se encargaba de mi madre a todas horas.

Le hablé de la riña que había tenido con Mark, me dijo que ya lo solucionariamos, pero dudaba mucho de ello.

El sábado por la mañana me tocaba turno en la cafetería, así que me desperté pronto. Nunca me había molestado tener que despertarme pronto los sábados. De normal mi casa era muy ruidosa por culpa de la lavandería de al lado y mi madre quejándose constantemente del dolor, pero los sábados, la lavandería estaba cerrada y mi madre solía dormir hasta mediodía.

Salí de casa a las seis de la mañana porque a las ocho tenía que abrir y aún debía preparar las mesas, la máquina de zumos, la cafetera y el resto de cosas antes de abrir. No estaba demasiado lejos de mi casa podía llegar andando y en veinte minutos estaba allí.

Mientras me ponía mi delantal de trabajo me dio la sensación de que estaba viviendo en dos vidas distintas una era aquí, con mi familia y mi trabajo de mierda, otra era la universidad, con mis estudios, mis exámenes, amigos nuevos, fiestas... vamos, la vida que normalmente llevan todos a mi edad.

Está pequeña parte de los cambios era la única que detestaba. Siempre que hay un cambio positivo en mi vida soy demasiado avariciosa, quiero más, pero en esta ocasión estoy obligada a conformarme con menos.

Empezó a venir gente, las mismas personas, con los mismos problemas de, las mismas quejas y el mismo café de todas las mañanas. La única parte que me gustaba de las mañanas del sábado era que una pareja de ancianos siempre venía a desayunar. El hombre se pedía siempre un café con leche y dos galletas de azúcar, una de ellas era para su esposa, que cuando se acababa su batido de chocolate la cogía disimuladamente, aunque él jamás se quejaba. Se sentaban en la misma mesa, al lado de la ventana y parecían tan felices.

No soy demasiado romántica, no necesito mucho, pero sí deseo llegar a ser tan feliz con alguien. Deseo ser siempre la prioridad de una persona y que me quieran. Era un aspecto del amor que quería experimentar. Algún día.

Estuve ocho horas en la cafetería, atendiendo, haciendo bocatas... Cuando acabó mi turno estaba destrozada, sobre todo mis pies. Me fui medio arrastrando hasta casa, si de normal tardaba veinte minutos en llegar a casa, ahora tardaba media hora o más.

Ni siquiera vi a quién tenía delante hasta que me habló.

- Beth, hola ¿estás bien?

Miré a quién me hablaba, la madre de Mark, Cassidy, me miraba con preocupación. Acababa de salir del supermercado, llevaba bolsas colgadas de los brazos.

- Hola Cassidy, sí, acabo de salir de trabajar y estoy muy cansada.

Me sonrió con orgullo y pasó su mano por mi espalda.

- Normal cariño, entre la universidad y el trabajo... ¿Te ha traído Mark? No ha pasado por casa aún ¿está contigo?

Qué mal, eso mismo quería evitar. No puedo mentirle a ella, además, no tengo porqué mentirle, su hijo ha hecho las cosas mal.

- No, él... Tuvimos una discusión, me dijo cosas bastante desagradables en una fiesta, no sé porqué y se negó a llevarme, pero no importa.

Su cara lo dijo todo, Cassidy siempre ha sido bastante protectora conmigo, sabe cómo es su hijo.

- Este niño es imbécil.

- No tiene importancia, no quiero molestarle más.

- Tonterías, tu no molestas, tenía la esperanza de que se enamorase de ti, así le llevarías por el buen camino, pero estoy segura de que se pasa el día fumando porros.

Los Secretos De NateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora