Capítulo 44

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Cuando el coche nos dejó en el hotel y en la recepción nos dieron la llave me di cuenta de que estaba evitando una realidad muy dolorosa en la que Nate no estaba. Aún podía disfrutar de los momentos que habíamos tenido, pero nuestro destino estaba sellado: mañana se casaba y no había nada que hacer.

Suspiré mientras mi amiga acababa de cenar. La suite era una locura y había intentado disfrutar de eso todo lo posible, pero mi mente se desviaba.

- ¿Qué pasa si nos quedamos aquí para siempre? ¿Corre en la cuenta de Nate?

- Si corre de su cuenta nos iremos, pero si es la de la reina... - dije.

- Que perra. - dijo riéndose.

Cogió dos copas y las llenó de vino, me tendió una.

- ¡Por la reina! - dijo riendo.

- No, ew.

- Bueno, pues por... Ti, que has sido valiente y te has enfrentado a las cosas.

- Y mira para qué me ha servido.

Bebí de la copa, que ya era la tercera que acababa.

- Ese es un gran problema, contra mas difícil es el camino más seguros estamos de que lo que hay al final es la verdad, la felicidad, pero no siempre es así... Claro que en unos años esto quedará en el olvido.

Tuve que reprimir las ganas de llorar. Yo no quería olvidar ni pasar página, yo le quería a él.

- Qué putada. - dije.

- ¿El qué?

- Estar enamorada de un príncipe.

- No entiendo por qué te gusta tanto si sabes que no vais a poder estar juntos.

Me encogí de hombros y la miré con expresión triste.

- ¿Y tú para qué respiras si sabes que vas a morirte?

- No te pongas filosófica, no es justo, yo con el alcohol me pongo tonta.

- Agiliza esa mente, amiga.

Allí dejé de beber y después de recoger la ropa de Bárbara de la cama, me tumbé en ella, mirando al techo. Le envié algunos mensajes a Isaac, quien me decía que se lo estaba pasando muy bien y cerré los ojos. La respiración profunda de mi amiga era lo único que se oía en la habitación y la ocurridad calaba en mi pecho con tanta profundidad que dolía.

Me levanté, incapaz de continuar torturandome, a las tres de la mañana, hoy se casaba, se casaba con otra chica.

Le llamé. Fui al enorme baño, donde la estufa estaba puesta y mis manos dejaron de estar tan frías mientras sostenían el móvil contra mi oreja. Apoyé la cabeza en la pared y esperé.

- ¿Hollywood?

Cerré los ojos, grabando ese mote, esa voz ronca de recién levantado, me lo podía imaginar.

- Hola amor. - se me rompió la voz.

- ¿Estás bien?

- No. - sollocé.

Me dolía el corazón, literalmente, era una sensación desgarradora.

- No, no, no llores.

Me sorbí la nariz e ignoré las lágrimas que cayeron por mis mejillas.

- No puedo evitarlo.

- Por favor... No quiero que sufras.

- Y a pesar de eso te casas con alguien que no soy yo.

Los Secretos De NateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora