Capítulo 9

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A pesar de que la primera impresión de Nate fue muy negativa, ahora que habíamos intercambiado más de tres frases, estaba empezando a estar cómoda.

Caminamos hasta salir del bosque, donde la luz volvió a aparecer entre tanto árbol y me hizo de estufa. Llegamos a un plano lleno de césped y flores de colores que acababa en la orilla de un lago muy grande. En Sydney había muchos lagos preciosos, pero sin duda esto se llevaba el premio grande.

- Madre mía.

- ¿Te gusta?

- Dios, sí, es precioso.

- Vamos.

Me hizo un gesto con la cabeza para avanzar por el campo de flores. Fui con cuidado de no pisar ninguna mientras avanzábamos hasta el centro.

- ¿Vienes aquí muy a menudo? - le pregunté.

- ¿Porqué lo preguntas?

- No pareces un chico tipo campo de pradera.

- ¿Ah no? ¿Y que tipo de chico parezco?

- De ciudad, pareces vivir en un ático alto para saber que todos estan a tus pies, con varios coches caros en el parking, privado, claro está.

- No podia faltar. - dijo con sarcasmo.

- ¿He acertado? - dije sonriendo.

- Me gusta venir aquí, es un sitio perfecto para hacer trabajos escritos.

- ¿Vienes aquí a hacer deberes?

- Hay mejores vistas que en la biblioteca.

Razón no le faltaba, ese sitio era impresionante, y más ahora que estaba con el sol brillante reflejando en el agua cristalina, imaginaba que estaría muy fría, aun estando expuesta a la cálida luz.

Acabamos sentados casi en la orilla, donde había pequeñas piedras que Nate tiraba al agua, formando círculos.

- Hoy hace buen día, me gusta el calor. - dije distraída.

- No te gusta el frío.

- Paso mucho frío con poco que sople el viento.

- ¿Eres de aquí?

- Sí.

- ¿Y cómo es que no estas acostumbrada al clima?

- Bueno, cuando nací mi madre aún vivía en casa de mis abuelos, un día mi padre se le fue la pinza y compró tres billetes de avión a la costa de España, donde vivimos unos tres años antes de que arrestasen a mi madre.

- ¿Puedo preguntar porqué?

Cerré los ojos y disfruté del sol, no me incomodaba hablar sobre mis padres, pero no era una persona que confiase demasiado en las personas, menos ahora que mi mejor amigo de toda la vida me había traicionado.

- No.

- De acuerdo.

- ¿Y tú eres de aquí?

- ¿Crees que lo soy?

Le miré con los ojos entrecerrados por el sol y negué con la cabeza.

- No, para nada, no tienes pinta de Australiano.

- Tu tampoco tienes pinta, ¿dónde está tu pelo rubio?

- No todas son rubias.

- La gran mayoría.

- ¿De dónde eres? Pelo negro, tu piel parece que puede llegar a broncearse, pero no eres de un sitio caluroso.

- Buenas deducciones.

Los Secretos De NateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora