Capítulo 22+

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El domingo sí que no tuvimos ninguna visita. Nate y yo fuimos a dar una vuelta por los alrededores, el bosque estaba a penas diez minutos caminando, así que pudimos disfrutar de un picnic de desayuno en medio de los árboles y la naturaleza. Estaba todo desierto a esas horas y si me preguntan no lo admitiré, pero Nate consiguió quitarme el frío allí en medio.

No paramos en todo el día, quería exprimir los minutos al máximo, sabía que en horas empezábamos las clases y no sería posible estar tanto tiempo juntos.

Inevitablemente, nos fuimos a dormir y por la mañana el estridente y molesto despertador de Nate empezó a sonar como cual alarma de bomberos.

- No quiero. - gruñí, aferrandome a la almohada.

Un fuerte golpe, como si se hubiera caído algo, me hizo incorporarme.

- ¿Qué ha pasado? - dije, asustada.

- El despertador. - dijo él.

Me asomé por el borde de su lado de la cama, chafandole en el proceso, para ver el despertador en la otra punta de la habitación.

- ¿Lo has tirado?

- Está bien, se apaga así.

Hablaba con los ojos cerrados, yo le observé unos segundos antes de agacharme a darle un beso en la mejilla. Él sonrió y en un movimiento rápido me cogió de la cintura y me tumbó en el colchón.

- ¡Ay! Que susto.

- No quiero ir a clase, quedemonos aquí. - me suplicó al oído.

- No, he de ir a clase ¿qué hora es?

- Las siete.

- ¿Por qué tan pronto?

- Porque entras al gimnasio a las ocho.

No sabía si eso me parecía bonito o un poco psicópata ¿sabía a qué hora entrenaba? Siempre he pensado aue nos encontrábamos allí de casualidad, porque teníamos el mismo sistema o algo así.

- Pues vamos al gimnasio. - dije.

- Pero quiero quedarme aquí contigo. - se quejó.

- No, vamos, no quiero llegar tarde.

- ¿Puedo convencerte?

Besó mi cuello, bajando todo lo que pudo antes de que yo le detuviera.

- No puedes, vamos.

- De acuerdo, voy a vestirme.

- ¿Yo que llevo?

Él se levantó de la cama y miró su habitación, mi vestido bonito estaba colgado en una percha, ayer lo lavamos y ya estaba seco. A parte de eso, no tenía más ropa.

- Te dejaré algo de ropa, pero has de devolvermela.

- Cuidado no te quedes sin armario. - dije irónica.

- No es por eso, devuelvemela ¿vale?

- Vale.

Qué mandón.

Rebuscó en su armario y sacó algunas prendas, incluido unos calzoncillos. Nos vestimos y yo decidí hacerme un moño despeinado, a veces me molestaba mi pelo largo.

Daba gracias por haberme puesto bambas con el vestido bonito, así ahora podía ir cómoda. El vestido lo guardamos en una bolsa y salimos de su casa por el ascensor asqueroso.

- ¿Las manchas de humedad son parte de la decoración o reales?

- Reales, decidimos no arreglar eso para que nadie quiera entrar.

Los Secretos De NateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora