Capítulo 49

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*CINCO AÑOS DESPUÉS*

No podíamos dejar de besarnos, nunca dejaríamos de poder y eso me daba miedo porque no quería un quinto hijo, no quería...

- Que mojada estás.

- Nos van a oír.

- Es nuestra casa, que nos oigan.

Gemí y no paré, me aferremé a sus hombros mientras me embestía con fuerza. Se había tomado estas vacaciones por que Katie, nuestrs última hija, estaba acatarrada, así que habíamos exagerado la situación para tener unos días libres.

Unos días libres en los que el sexo había sido el pan de cada día. Acabamos sudorosos en el sillón de la biblioteca y sonreí, complacida.

- Necesitamos más descansos así. - dije.

- Sí, por favor.

Me reí y nos levantamos antes de que a algún criado se le ocurriera entrar en la biblioteca, o alguno de nuestros hijos. Me subí los pantalones, había subido unos quilos por culpa de los embarazos, pero cada día hacía deporte y me seguía manteniendo en línea, bastante bien para mis casi treinta años y cuatro hijos, o eso decía la televisión.

Las manos de mi marido se cerraron en mi cintura y me acercaron a él. Le abracé con fuerza y él a mi también.

- No me gusta que discutamos. - me dijo.

- A mi tampoco.

Habíamos estado bastante tensos por culpa de sus padres y las objeciones que tenían sobre nuestra familia, aunque adoraban a sus nietos. Yo siempre saltaba al mínimo comentario, cosa que no se lo ponía fácil a Nate, que estaba entre los dos bandos, incapaz de tirar más de ninguno.

- Siento mucho no... - empezó.

- No, no te disculpes, entiendo lo que pasa, de verdad, tranquilo.

Suspiró y apoyó su mejilla en mi frente, sentí su alivio después de mis palabras y me alegré de poder quitar ese peso de encima.

Salimos de la biblioteca y al subir aparecieron dos niños corriendo por el pasillo, que estaba decorado con dibujos. Gabriel y Arthur iban con sus espadas de goma espuma en la mano hasta nosotros.

- Katie está enfadada. - se quejó Arthur, que tenía cuatro años.

- Qué habréis hecho... - dije.

- ¡Nada! Es que es una llorica. - dijo Gabriel, el mayor de cinco años.

- No llames llorica a tu hermana. - reprendió Nate.

Entrelacé nuestras manos y caminamos hasta la habitación de Katie, donde su tos se oía des de fuera, pero la pequeña niña estaba con una sonrisa viendo la tele. Sus grandes ojos azules nos miraron y sonrió con los brazos arriba.

- Hola mi amor ¿cómo estás? - dije haciendo un puchero.

Nate y yo la llenamos de abrazos y besos para que se recuperase, según mi marido, el amor lo cura todo. Y así probamos, mientras nuestros dos niños jugaban y la criada se encargaba de la bebé de cinco meses, nosotros vimos la tele con nuestra niña.

Siempre cenábamos todos juntos, en la mesa grande. Isaac se fue hace un año a la universidad y allí estaba la mayoría del tiempo, se había convertido en un hombre guapo e inteligente, un orgullo para mí. Victoria estaba en su primer año de universidad, estudiando para poder aliviar la carga de ser rey a su hermano. Des de que vivían juntos se habían llevado como el perro y el gato, no paraban de chillarse y de hacerse bromas pesadas hasta que acabábamos separandoles nosotros, aliviando tensiones.

Aún así, les echaba de menos, a los dos. Sonreí mirando a mi familia en la mesa y suspiré. Había sido muy duro para mí el cambio de vida, pero no podría estar más feliz con mi vida y al parecer al país también le gustaba que yo fuera la reina.

Eliza y su ahora mujer vivían bastante lejos de aquí, Nate se ocupaba de ver cómo les iba de vez en cuando, pero no volvían a Suecia para evitar que alguien la viera.

En general, todo iba bien, éramos felices en ese enorme palacio.

Los Secretos De NateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora