Capítulo 38

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Los ojos me quemaban, igual que mi garganta. Bárbara me recogió en la casa y me abrazó durante varios minutos mientras yo sollozaba. Después me llevó a su habitación, donde le expliqué todo lo que había pasado y la ira volvió a mí.

- Siempre con sus malditos secretos, jamás puede ser honesto con nada ni nadie y eso no cambia para mí.

Después volví a llorar hasta que se hizo tan tarde que mis párpados, cansados de tanta lágrima, se cerraron y no volvieron a abrirse hasta el medio dia del siguiente día. Mi estómago rugía de hambre y gruñí, desorientada.

- Buenos días amiga.

El tono de pena que usó Bárbara me hizo querer pegarla, pero decidí averiguar porqué me sentía tan desubicada. Su mano pasó por mi frente apartando todos los mechones de pelo que tenía en la cara. Antes de que mi cerebro conectase de nuevo con la tristeza de mi vida, pude oler la comida que Bárbara había traído. Me senté en la cama recibiendo lo que había comprado.

- Come que ayer no cenaste ¿cómo te encuentras?

- Hambrienta.

Desenvolví el bocadillo de pollo y le di un bocado grande mientras ella me seguía hablando.

- Tienes los ojos un poco hinchados, es normal ¿está bueno? Lo he comprado en la cafetería, nunca los he probado, pero tenía buena pinta.

- Es genial, gracias.

- No hay de qué.

Mientras masticaba mi segundo mordisco, noté cómo mi garganta empezaba a dolerme, un intento de mi cuerpo por retener las lágrimas. Su olor me venía cada vez que respiraba, de alguna parte.

- Eh, no, no, dijimos que ya nada de lágrimas.

Los dedos de mi amiga pasaron por mis mejillas para intentar quitar las lágrimas, yo me obligué a tragar y dejé el bocadillo apartado.

- ¿Por qué duele tanto? - sollocé.

- Porque te estás obligando a pasar página, siempre duele terminar una relación y más aún en estas circunstancias.

- ¿No podía ser un chico normal? ¿No podía conocer a un chico que quisiera ser doctor o cualquier otra cosa?

Me tapé la cara con mis manos para ahogar mis llantos mientras las risas, los besos y las caricias pasaban por mi mente haciéndome sufrir.

Bárbara había estado allí durante todo el proceso de duelo, me encerré ese día en su habitación, pero al día siguiente me obligué a seguir con mi vida. Mi compañera de habitación durmió conmigo esa noche y la oí llorar, igual las dos estábamos de duelo amoroso. Me levanté y fui a clase, al ir a comer, me sorprendió que Mark se sentase conmigo.

- Hola. - dijo.

Un silencio incómodo cayó sobre nosotros, aunque yo estaba tranquila, tenía otras cosas mejores que hacer. De reojo vi como se revolvía incómodo en la silla de delante.

- Quería dejar unos días para volver a hablarte, he intentado darte tu espacio Beth, pero te echo de menos ¿no podríamos...? No se, ¿volver a ser amigos?

- La última vez que hablamos me confesaste que me querías como más que a una amiga.

- Ya, pero... Prefiero ser tu amigo a no tener contacto contigo.

- Igual deberías haberlo pensado antes de tirarme por unas escaleras y romperme la muñeca.

- ¿Estaba rota? - dijo horrorizado.

No, no me la rompí, pero que se sintiera culpable me llenaba y animaba a seguir hablando con él, así que le mentiría.

- Sí.

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