02

1K 148 16
                                    

La ojimarron preparaba la comida para ese día, era sábado casi al medio día y su estómago comenzaba a rugir, Ciro se encontraba dormido en su habitación así que no había prácticamente nada de ruido en el pequeño departamento de corte antiguo que rentaba justo a unas calles del campus, era muy normal para ella toparse con algunos estudiantes que preferían vivir fuera de la Universidad de Oxford.

Macarrones con queso había sido la elección de comida para ese día, la castaña siempre había sido una mujer solitaria, desde la muerte de sus padres hace algunos años, fue criada por su abuela quien la educó con bastante cariño, pero también admitía que en algunos momentos de su vida se sintió solitaria a pesar de que la tierna anciana siempre la crio con mucho amor, hasta que poco antes de entrar a la universidad la mujer falleció de muerte natural, entonces esa soledad aumento para la castaña, aunque con el tiempo había aprendido a disfrutar de ella.

Y no sentía que necesitara de nadie, ocasionalmente se hacía de encuentros sexuales que saciaban ese espectro de su vida, y aunque no se consideraba una persona huraña o antisocial, no le encantaba forjar lazos con nadie, probablemente por el temor a la perdida que experimento desde muy joven.

Es cierto que tenía un par de buenas amistades que había hecho en la universidad, y hasta alli paraba de contar su lista de amigos. Los contactaba de vez en cuando, pero aunque no fuese una amistad presente siempre les hizo saber que contaban con ella para cualquier cosa.

Salió de sus pensamientos internos en cuanto el timbre de la puerta fue tocado.

Abrió la puerta con la intención de saber quién la llamaba con esa intensidad, la ojimarron era bastante solitaria así que difícilmente recibía a alguien en su departamento, quizá alguna aventura de una noche a las que nunca volvía a ver o algún vecino preguntando alguna cosa. Pero lo cierto es que jamás había tenido lazos tan estrechos con muchas personas aparte de sus padres y abuela, y lo curioso es que los tres estaban muertos.

Así que desechando esos pensamiento abrió la puerta encontrándose con un rubio alto con una sonrisa amistosa en su cara, a la castaña le pareció conocida su cara pero en primera instancia no lo reconoció, probablemente era un estudiante o algún vecino con el que se había topado alguna vez.

-"¿Se te ofrece algo?" Dijo de una manera poco amigable, si era sincera nunca le había gustado hablar con desconocidos o conocer a personas nuevas, era obvio que que a lo largo de su vida tuvo que conocer gente nueva y por la naturaleza de su trabajo tenía que estar conviviendo con personas, pero realmente jamás le interesaba estrechar lazos. Probablemente por eso jamás se había enamorado y quizá también por eso no tenía grandes amigos a los cuales mencionar.

Las únicas personas en su vida habían sido su abuela y sus padres.

-"¿Puedo pasar?" Preguntó en cambio el rubio mostrando su dentadura perfecta, y aunque realmente no parecía una amenaza, tampoco era que lo querría sentado en su sofá.

-"No" Contesto simplemente con el ceño fruncido. A lo que el joven reaccionó dándose un golpe en la cabeza casi cómico, aunque a ella nada de gracia le hizo.

-"Que tonto! Discúlpame, soy Ethan Baldock. Mi asistente hablo con usted el día de ayer y supe que no han llegado aún acuerdo es por eso..." Explicaba el joven con su característico encantó lo cual irritó más a Camila, a quien le molestó el hecho de que pensar que solo por sonreír bonito ella caería rendida ante lo que el pretendía.

-"Probablemente no le explicó tan bien, que no estoy interesada y que el hecho de que esté aquí no cambia nada" Murmuró la malhumorada castaña, como desearía que Ciro estuviera aqui echándolo con su actitud agresiva, en cambio dormía como rey en su habitación.

LA SANGRE MALDITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora