Canterbury, Kent, RU.
Camila se moría por tener las cartas que supuestamente Marcel Fröhlich le había enviado a Ernest Krumm a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado. Pero también entendía que no tenía la cantidad que pedía Theodore Reiter por ellas, y no la tendría en un futuro cercano. Y ahora precisamente tenía más ansiedad por conocer que pasó con el Doctor malvado. Su mente estaba dando y dando vueltas a una solución, lo cierto es que no la encontraba, gran parte de sus ahorros se habían ido en los viáticos del detective en la capital argentina, ahora lo poco que quedaba deseaba guardarlo en caso que se necesitará otro viaje.
Un par de golpes a su puerta, seguido por la puerta abriéndose levemente viendo como se asomaba el rostro hermoso de la ojiverde. Camila sonrió y la invitó a pasar a su habitación.
Se habían despedido apenas con un buenas noches más tarde, después de que terminaron de cenar en el gran comedor de Wellington Road.
-"Ethan se encerró en su oficina con una videollamada a su prometida" Informo Lauren mientras entraba a la habitación, Camila nego divertida pero no pudo evitar ir a su encuentro y tomarla de la cintura levemente. -"Le dije que me iría a dormir" Informo con diversión, tenía la sonrisa de un niño que acababa de cometer una travesura.
Lauren beso sus labios y Camila sabía que era lo que más deseaba hacer, habían pasado varios días desde que habían cedido a los deseos de su cuerpo, y las dos ansiaban a cada momento esa clase de contacto, pero a veces con la presencia de Ethan en Wellington Road, era difícil. Por eso aprovechaban cualquier distracción del rubio millonario para darse esas escapadas 'ilicitas' dónde no querían ni podían parar de besarse y tocarse.
Camila fue quien se separó de sus labios. Cuando el oxígeno le hizo falta, por más que quisiera mantenerse pegada a los labios de la ojiverde, aquella necesidad fisiológica le indicó lo contrario. -"¿Sabes? Solo quiero aclararte que el hecho de que tú y yo seamos mujeres que se aman, no está mal, pero el que yo sea tu profesora y tú mi alumna, hace que se pueda malinterpretar... Es extraño estarnos escondiendo y no me gusta, pero ahora es la única manera de poder estar juntas" Mencionó Camila poniendo un mechón detrás de la oreja de Lauren, quien sonrió con dulzura, y como la vez pasada que la castaña aclaro ese punto, nego.
-"Lo que sea por estar contigo" Ronroneo en su oído, lo que mando escalofríos en todo el cuerpo de la profesora. Mirar a Lauren era lo más especial del mundo para ella, pero también era cierto que no podía dejar de pensar en esa cicatriz que tenía la ojiverde en su vientre, por todo lo que había pasado Lauren, abría un abanico de posibilidades, pero lo más lógico le parecía lo que le tenía dando vueltas la cabeza. No quería lastimarla con su curiosidad, pero tampoco era indiferente. La duda le carcomía.
La tomo de la mano y la guío al pequeño sillón de dos plazas al lado contrario de su habitación, y con vista al jardín lateral, dónde la luz de la luna hacia brillar hermosamente las violetas de esa área. Camila jugo con sus dedos mientras Lauren la observaba con una sonrisa tierna, por el tiempo que llevaba conociendo a la castaña podía deducir que algo estaba rondando en su cabeza. -"¿Que tienes?" Preguntó Lauren de repente, sacando a Camila de sus pensamientos, al principio la ojimarron la miro con confusión pero después trago grueso, ya que lo único que había en su cabeza era Paolo Rossi y su conexión con Lauren. Pero no podía decírselo así como así. Siendo honesta tampoco sabía si tenía el valor de decirlo.
-"Nada"Contesto Camila pero definitivamente no fue convincente su respuesta para la ojiverde. Quien entrecerró los ojos haciendo reír a la ojimarron. -"Asuntos de trabajo" Respondió simplemente. Lauren se quedó un poco más satisfecha con esa respuesta.
-"Ethan me dijo que Vincent se comunicó con el" Informo Lauren con media sonrisa, Camila se sorprendió con la información pero la incito a seguir. -"Dice que Agnes está confundida acerca de mi existencia..." Explico Lauren con una mueca.
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LA SANGRE MALDITA
Hayran KurguElla se sentía un monstruo, y tal vez lo era, o al menos sus vagos recuerdos la delataban, pero al ver el par de miradas que la veían como el ser más hermoso sobre la tierra, quizás su corazón comenzaría a latir de nuevo.