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Canterbury, Kent. RU.

Wellington Road.

Caminaron aproximadamente una media hora hasta que la ojimarron se detuvo mirando a su alrededor, a lo lejos podía notar los picos de la catedral de Canterbury, y se respiraba un aire de tranquilidad entre aquella planicie rodeada de árboles.

-"Aquí está bien" Les informo a las otras tres personas que le acompañaban. Lauren se acercó a ella acariciando su hombro, mientras veían como los dos hombres comenzaban a escavar un hoyo en el suelo, en una caja de madera estaba los restos de Ciro, la Profesora había decidido dejar sus restos en los hermosos alrededores de Wellington Road, sin duda estaba segura que no estaría en mejor lugar que rodeado de naturaleza.

Después de que el pozo estuvo terminando, le dieron un momento a solas para despedirse de Ciro. La ojimarron apenas y dejo una leve caricia en aquella caja de madera antes de permitir que pusieran a su mascota dentro de aquel hoyo para que después procedieran a llenarlo con tierra encima.

Camila se permitió derramar unas cuantas lágrimas por su cachorro, tampoco pudo evitar los recuerdos de cuando enterró a sus padres, y su abuela. Pero la mano que tomo la suya la trajo a la realidad. Le dedico una triste sonrisa a la ojiverde que la miraba con timidez. Apretó su mano fría y pálida, apreciando aquel gesto. Y no la dejo ir.

Incluso cuando aquel improvisado funeral termino, caminaron de la mano de regreso a la casona. Cuando estuvieron más cerca de la propiedad, Lauren se detuvo haciendo que la ojimarron también lo hiciera.

-"Se que no es mucho, pero quiero decirle que no está sola" Murmuró con nerviosismo, la ojimarron sonrió sinceramente, su corazón agitado como loco.

-"Significa mucho para mí, te lo digo enserio" Respondio la Profesora, atreviéndose a atraer a Lauren a un abrazo, quien se hundió en ella. -"Si no existieras creeme que mi vida no tendría ya ningún sentido" Confesó la castaña dejándose llevar por la emoción e intimidad del momento, sin siquiera pensar en el significado de sus palabras, que sorprendieron a la ojiverde.

Quien se despegó apenas unos centímetros lejos del rostro de la ojimarron. Viendo en sus ojos preciosos que la Profesora no mentía, podía sentir como pequeños hormigueos se apoderaban de toda su piel palida, jamás nadie le habia dicho algo tan bello y sobre todo honesto. Sonrió hermosamente, sintiendose valiosa.

El sonrojo en las mejillas de la criatura la lleno de inmensa ternura, así que no resistió dejar un cálido beso en su frente, contrastando completamente con la fría piel bajo sus labios. Ambas cerraron los ojos, y cuando lo creyeron necesario como un instinto primario juntaron sus frentes.

El tiempo pareció detenerse, al igual que todo lo demás a su alrededor se esfumó al menos de sus mentes un momento. Sus manos estaban entrelazadas.

Lauren jamás había sentido nada parecido, no era tonta, sabía que lo que estabas comenzando a sentir por la Profesora iba más allá de la admiración y era bastante parecido a lo que le contaban sus amigas sobre el enamoramiento que sentían por algunos chicos.

Era antinatural, pero aún así no estaba asustada de sus emociones.

Fue la Profesora quien rompió el contacto, ambas abrieron los ojos y se dedicaron una sonrisa cariñosa.

Después caminaron tomadas de la mano hacia la casona.

La criatura de ojos verdes miro el perfil de la Profesora, suspirando involuntariamente. Estaba mal el rumbo que tomaban los latidos de su corazón y peor aún, estaba más allá de lo posible, pero nadie le impedía soñar despierta.

Camila llamo su atención apretando su mano, cuando vieron en la entrada de la mansión un lujoso automóvil blanco, de dónde bajaban gran cantidad de equipaje, sabían que Ethan había viajado a un asunto de negocios a Londres, por lo que no tenían idea de quién era la persona que los visitaba.

LA SANGRE MALDITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora