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Canterbury, Kent, RU.

Wellington Road.

Camila había hecho la maleta en un tiempo récord, aún con el dolor punzante en su espalda y hombro trato de salir lo más rápido posible para poder alcanzar a Lauren, pero por mas que lo intentó el avión privado de Ethan Baldock había salido del hangar con rumbo desconocido. Tenían preparada la huida. Al parecer nadie de su personal sabía hacia dónde iban, aunque lo más probable es que tuvieran órdenes de no decir nada y ahora Camila se encontraba sola en Canterbury intentando averiguar por sus propios medios donde diablos estaba Lauren.

Intento hablar con el detective Thomas para pedirle que le ayudara a conseguir esa información, pero lamentablemente el hombre estaba totalmente renuente a volver a trabajar con ella, lo que había descubierto le había asustado tanto como para seguir en sus proyectos, así que Camila se sentía completamente sola, no tenía nadie a quien recurrir.

De su cabeza no se podía ir Archivald Daniels, no entendía porque mierda había ido a buscar a Lauren a Wellington Road. Y qué conexión tenía para estar interesado en ella, estaba tentada en buscarlo y reclamarle esa parte, pero no quería empeorar las cosas, ahora su prioridad era simplemente saber el paradero de Lauren, e intentar recuperar su confianza.

Estaba sentada en una cafetería en el centro de Canterbury, su equipaje a un lado de ella con su laptop abierta intentando buscar en Google las propiedades pertenecientes a Ethan Baldock, pero como era de esperarse no aparecía nada.

Resignada y abatida pensó en tomar el tren más cercano hacia Londres, pero sería en vano, ahora mismo la ojiverde y el millonario podían estar en cualquier parte. Así que con mucha angustia alquilo una habitación en un pequeño hotel del centro. El desánimo se hizo cargo de su cuerpo en cuanto entro a aquella habitación sencilla, que solo contaba con una pequeña cama y una mesita de noche, además de un viejo sillón el fondo.

Ya sin la adrenalina del momento, quitó su abrigo y su camiseta de algodón, para observar frente al espejo del baño, como una mancha que ahora se tornaba obscura comenzaba a crecer en su hombro, y al girar un poco el cuerpo se dió cuenta que su espalda no estaba mejor. Su cuerpo estaba resintiendo aquel impacto, pero no podía negarse que lo que más dolía era su corazón. No podía creer que estaba perdiendo a la ojiverde, lágrimas corrieron sin parar de sus ojos, pero con rencor las retiro, apretando fuertemente los labios reprimiendo los sollozos que querían salir de ella.

No iba a permitir que Lauren se le escapara de las manos, había perdido muchas cosas y a todas las personas que había amado a lo largo de su vida, pero aunque la vida se le fuese en ello, Lauren no sería una de ellas.

Haría lo imposible por encontrarla y recuperarla. Y podía jurar que Elizabeth Warburton sería la clave para hacerlo.

***

A la mañana siguiente pidio un par de antiinflamatorios y un ungüento para el dolor, ya que al despertar el dolor en su hombro y espalda había sido mas agudo.

Por lo que media hora después se sentía un poco mejor, solo una taza de café fue lo que pudo recibir su estómago antes de irse a prisa a la estación de trenes, dónde minutos después estuvo montada en aquel transporte férreo, dejo Canterbury atrás, está vez con un sentimiento de nostalgia, muy bajas eran las probabilidades de que regresará, o al menos el motivo por el que siempre volvía ya no estaba más, y de nuevo ese sentimiento de perdida se instalo en su pecho, pero no lo dejo quedarse, tenía que ser positiva si quería tener las fuerzas para buscar a Lauren. Si no probablemente se tiraría a llorar.

Ya sentada en aquel vagon y con alrededor de una hora de camino por recorrer, sus pensamientos cagaron a la confesión de Lauren, tenía un hijo, era la única certeza que le acompañaba al momento, y por las fotografías que había visto, tenía la impresión de que el chico seguia vivo.

LA SANGRE MALDITADonde viven las historias. Descúbrelo ahora