4

725 60 22
                                    

Narra Jimin

Después de tener la charla con esa niña me dirijo al cuarto donde tengo mis cosas, no tengo ganas de seguir escuchando su voz ni mucho menos ver su cara.

— Eres insoportable...

Voy al baño y abro la ducha para darme un baño antes de ir a la empresa, dejo que el agua caliente caiga sobre mi cuello, últimamente he tenido tanta tensión que tengo unos nudos en este. Para ser sinceró no tengo ánimos de ir a trabajar, pero ni siquiera le había dado una explicación a mi padre de por no había ido a dormir anoche a la casa.

Al terminar el baño, me pongo la toalla por mi cintura y camino al clóset, para escoger la ropa que me pondría.

— Veamos— digo mirando la poca ropa que tengo en el clóset.

Cuando termino de cambiarme y arreglar mi atuendo frente al espejo, salgo del cuarto. Camino esperando escuchar algún ruido en la casa, pero no había ninguno.

— ¿Dónde se metió esta mocosa?— susurro.—¡Hey, mocosa!— doy un pequeño grito mientras recorro los pasillos y los distintos cuartos de la casa esperando encontrarla en uno de estos. Vuelvo la sala y en el comedor encuentro una pequeña nota.

Estúpido, enfermo, jamás aceptaré tu trato. Me largo.

—¡Aish!— golpeo la mesa con todas mis fuerzas.

Debo admitir que en esos minutos, sentí como me hierve la sangre al ver que se escapó. —Ella sabe lo que le conviene, tarde o temprano volverá.

Salgo de la casa y subo a mi coche para dirigirme a la empresa. Espero que no haya tanto tráfico en la vía, debo llegar a tiempo para evitar discutir nuevamente con mi padre.

•⁃•⁃•⁃•⁃•⁃

Al llegar a la oficina voy al último piso que es en donde se encuentra la oficina de mi padre.

—Hola, Min-suk quiero hablar con mi padre— le doy una cálida sonrisa a la secretaria.

—Un momento joven Park— toma el teléfono, mientras lleva unos mechones de cabello detrás de la oreja.

Esto es típico de todas las secretarias o empleadas, siempre suele coquetearme y debo aceptar que siempre les funciona. Y obviamente siempre resulta beneficioso para mí.

—Pasa— indica.

—Gracias— le guiño el ojo para luego caminar hacia la oficina de mi padre.

Doy unos leves toque y luego abro la puerta —¿Puedo ingresar? — pregunto asomando un poco mi cabeza.

—Claro— responde desde el interior de la oficina.

—Hola, appa— digo cerrando la puerta detrás de mí.

—Hola... ayer no volviste a casa, ¿Dónde estabas?—habla mientras bebe un sorbo de café.

—Sí, sobre eso quería hablarte— tomo asiento justo frente a él, para poder observar cada uno de sus movimientos.

—Te escucho— entrelazó sus manos sobre el escritorio, esperando mi explicación.

—Me quedaré en la casa de Busan unos días.

—¿Y eso a qué viene?—arqueó una ceja.

Amor o ContratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora