10. ¿Estaba ella celosa?

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La chica a lo lejos no ha dejado de mirarme y yo estoy muy inquieto.

Sus ojos en mí no los quería, además de que sentía a mi Isis muy molesta. Deslicé mi mano para tomar la suya debajo de la mesa, pero de un manotazo me lo impidió.

Suspiré resignado. No quiere ni mirarme, solo mira al estúpido paisaje como si fuera más interesante que yo. Tal vez lo es.

Klaus frente a mí sigue leyendo su libro, y en ningún momento me volvió a echar un ojo.

Mi pie se estaba moviendo sobre el suelo, estaba escuchando todo con demasiada claridad que me ensordecía. Trataba de concentrarme en el latido de su corazón, pero estaba muy difícil.

Volví a mirar hacia la chica, esta vez molesto. ¡Que quite sus ojos en mí! Voy a pensar que está interesada en mí y es lo que menos quiero.

Suspiré entre un gruñido irritadamente. Me está empezando a fastidiar estar rodeados de todos ellos.

¿Dónde dejé el frasco que mamá me entregó? Busqué entre mis bolsillos creyendo que lo había dejado allí.

Deben estar en mi mochila, mochila que no está en este cajón.

¿De qué debía entusiasmarse Isis en un viaje en tren? Era de lo más aburrido.

— Isis — la llamé, no quería mi toque, entonces no la toqué. Hizo un sonido en señal de que me estaba escuchando, muy desinteresada por cierto — ¿Dónde dejaron nuestras pertenencias?

— Por allí.

— ¿Dónde? — mis dedos se retorcieron. Había dos bebes llorando a lo lejos.

— No lo sé, Bastian.

Rendido. Miré hacia la mesa. Mierda.

— Ten — había un papel escrito sobre la mesa, Klaus lo había puesto allí — Es un permiso para que vayas al vagón de equipajes. Allí estará uno de los nuestros, él te indicará todo — me habló sin dejar de mirar el libro.

Lo agarré, confundido, sin saber muy bien a donde ir o cómo usarlo.

— Mmm...

— ¿Ves esa puerta de allá? — sus ojos se centraron detrás de mí, miré que había una puerta — Solo dale el permiso al señor que está sentado en esa esquina y te abrirá.

Los ojos de Isis estaba en mí.

— Gracias.

Me levanté llamando la atención de todos, soy un adolescente y era el más grande de todos, el lugar pequeño hacía notable mi cuerpo en crecimiento.

Mi cuerpo estaba rígido con cada paso que daba, en definitiva, el macho con un sombrero extraño me dejó salir al entregarle el papel.

Y al entrar a la otra caja, había muchos equipajes, había un guardia sentado en un sillón, dormido y en una posición nada cómoda.

Olfateé para buscar mis pertenencias, la encontré apilada sobre unas cajas que el rey envió. Busqué entre los bolsillos delanteros, encontré el frasco y lo abrí. Era como una pelusa gris, y eso debía ingerir. Agarré un buen trozo y la metí a la boca para masticarla.

Sabía amargo.

Mis sentidos fueron adormecidos de inmediato.

Una puerta fue cerrada, me giré para encontrarme con la hembra de cabello extraño frente a mí.

Era curioso, pero no entendía si los cambiaban de color, pero ella es de piel bronceada y luego su cara se colocaba café cuando la miraba.

¿Se está sonrojando? El calor también debe afectarle a ella. Pobre.

EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora