7. Bienvenido Kirnan y a nuestro corazón roto.

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Edad de 16 años.

Dejé caer mi cabeza hacia atrás.

Sentía el sudor resbalando en mi pecho hacia mis abdominales.

Estiré los tendones de mi mano. Había hecho más fuerza que la requería.

Me sentí de lo peor al ver mi polla semi-flácida, ¿por qué he hecho esto? Soy un asco.

Mierda. Debo limpiar el desastre en la pared. Que cerdo soy. Restregué mis ojos con mis muñecas delanteras.

Debo limpiar este cochinero cremoso. Mi mamá llegará en pocos minutos.

Y debo apresurarme. Isis saldrá de su escuela en unos minutos.

Limpié los azulejos y tomé una ducha en tiempo récord. Me vestí de lo más sencillo y corrí lejos de mi casa en busca de mi chica de ojos violeta.

La decepción de mi persona estaba desapareciendo, porque ahora estaba genuinamente feliz.

Esta era mi parte favorita del día. Isis me había dicho que podía esperarla en la entrada de esa casa de estudiantes, siempre terminaba antes de que se ocultara el sol.

Y yo estaba corriendo a tropezones por lo torpe que me volvía a esta hora de la tarde.

¡¿Entienden que podré comerme sus mejillas a besos?!

Allí podía abrazarla, no tanto como suelo hacerlo, ya que Isis me dice que no nos pueden ver tan juntos. Me duele un poco, pero yo haré todo lo que ella me diga.

Todos los que salían por las enormes puertas de los árboles cuidadores, estudiantes, me miraban de una manera extraña, al menos no era despectiva. Aunque la costumbre me hace ignorarlos. Yo miraba a los lejos de la casa, en busca de un cabello rojo en particular.

¿Qué se sentirá pertenecer a un salón de estudio, tener compañeros?

Caminé de un lado a otro impaciente. El ritmo de corazón estaba incrementando. Ya debe de salir.

Acaricié el anillo en mi dedo, un gesto de ansiedad que me suele dar cada vez que vengo a verla.

No quería entrar, pero ella se estaba demorando. Me pegué contra una pared y conté hasta mil. Ella no salía. Tengo que entrar.

Pasé desapercibido por los guardias que custodiaban la entrada. Yo era mucho más alto que todos ellos, las hadas eran muy pequeños. Y por supuesto que llamaba la atención en mi andar.

No me molestaba en absoluto en Isis. Ella es mi muñequita.

Lo curioso fue que me dejaron entrar sin poner resistencia. Me hicieron sentir... bien, puede que ya me vean como parte de su pueblo.

Me guie por el olor a canela, ella estaba cerca, pero era muy confuso con todos los olores en el aire.

Escuché unas risas a unos metros, en un aula de clases. Tenía ganas de estornudar, este lugar olía mucho a flores, contaminaba mi nariz.

— Nadie está viendo. Hazlo rápido antes de que la inspectora pase por aquí.

Isis estaba encerrada en los brazos de un hada varón. Era un poco más alto que ella, solo un poco... Y reía entre sus brazos.

Se veía tan cómoda en ellos.

Ella le sonreía de la misma manera que lo hacía conmigo.

La forma en que sus ojos estaban brillando.

Como sus dedos enrollaban sus cabellos, un gesto nervioso que lo usaba cuando estaba conmigo.

Me lastima verlo.

EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora