15. Volvemos a lo mismo.

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Diosa Luna. Estoy agarrado fuertemente de los porta-brazos del asiento, no me atrevo a echar un ojo a la ventanilla del avión porque sino... ¡Iugh! Vomitaré.

El aliento de Isis seguía acariciando mi brazo con suavidad, al menos sentirla pegada a mí, descansando, provocaba paz en mi corazón, dentro de la tempestad de miedos.

Bajé mi mirada para contemplarla, me sentía mareado, pero mis sentidos se aclaraban cuando mi atención iba hacia ella. Suspiré mirando su vestuario.

Extraño verla vestida como mi hada, peinada con sus flores y cuerdas. No me gusta la vestimenta humana en ella, al menos que sea la mía. Ahí sí.

Mis dedos se movieron a los mechones sueltos frente a sus orejas, me molestaba que las ocultara, no quiero que se esconda entre estos insoportables humanos.

Al fijar mi vista hacia el frente, me llevé la imagen de Klaus a dos asientos frente a nosotros, él estaba acostado sobre el sillón, al revés, con su cabeza colgando en el filo del asiento, él leía un libro diferente que el de aquella vez.

Sus ojos violetas se posaron en mí, sorprendiéndome, Klaus cerró su libro y de un salto ya estaba caminando a nuestra dirección.

— ¿Cómo te sientes? — él se desparramó sobre los sillones frente a nosotros, Klaus miró a Isis y suspiró — Lucas fue muy amable en ofrecernos su avión privado para el viaje. Le caíste bien al parecer, demasiado diría yo. Se supone que regresaríamos en tren...

— Isis se lo pidió de favor — susurró, miré hacia otro lado por la vergüenza, ella tuvo que elegir otro tipo de transporte porque no quería que yo sufriera con el viaje — Y por favor, baja la voz, la princesa duerme.

La princesa duerme — repitió lo que dije con una voz chillona, rodando los ojos, bufó — Aprovecha este acercamiento con ella en estas horas — se levantó y me miró seriamente — Al llegar a este reino, no podrás tomarte estas atribuciones con la princesa, chucho.

Lo vi volver a su asiento, sus hombros estaban tensos, se sentó con fuera y agarró su libro, tapando su cara por completa.

Duele escucharlo. Lucas lo sabía, por eso había mandado a uno de sus guardias a subir al avión, ellos nos cuidarían, y los guardias de los príncipes, regresarían en tren. Nos dio privacidad para no estar bajo los ojos pedantes de los espías de la reina.

Y confío en... que Klaus no me iba a perjudicar. ¿Lo haría?

Mi cabeza cayó sobre la cabeza de Isis, tomé su mano para besarla, entrelazarla y dejar nuestra unión sobre mi corazón que le pertenecía.

* * * *

— ¡Mi Yagui! — el Rey voló por lo alto, e Isis a mi lado, también lo hizo, ahora con ese espantoso abrigo fuera de sus alas, aprecié lo libre que se veía volando por los aires.

— ¡Papi! ¡Te extrañé! — me sentí incómodo, miré hacia el suelo seco de tierra. Las voces de los familiares de los guardias, rodeándome. Joder, mis tímpanos.

Estoy asombrado de que la reina haya permitido estas reuniones de familia, para ella, las llegadas de los príncipes o los reyes, solo debe ser recibida entre la realeza.

Ella estaba apartada de la aglomeración, mirándome con altivez, sus labios apretados y ojos fríos queriendo intimidarme.

No le quité la mirada. Y eso le enojó más, era evidente su malestar cuando la enfrentaba.

— Hogar dulce hogar — rompí el contacto visual, Klaus palmeó mi hombro y suspiró — Espero que tu tiempo haya sido valioso.

Se alejó de mí para ir a saludar a su madre.

EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora