28. La Cena. Part 2

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Esto era muy incómodo. Diosa. Estoy rígido como un palo sentado en esta silla, observando esta comida de sospechoso aspecto.

Escuchar como masticaban, como reían, como suspiraban, como respiraban, como sus dedos rozaban los cubiertos, como la cubertería tocaba los recipientes. Mal. Muy mal.

Mira lo que tengo que aguantar por ti princesa Isis.

¿Era el único que notaba las sonrisas hipócritas? ¿El cambio de voz de cuando se dirigían a los reyes? Estoy encerrado en esta situación. El Rey me ha preguntado algunas cosas, pero no las necesarias para que diga del porqué debo estar aquí; esto parece una cena común que no necesitaba una invitación para hacerla importante. Bueno, con ellos debe ser así, seguramente. Son los reyes después de todo.

Fueron muy corteses en comer en el comedor del suelo por mí. Lo sé, muy raro. Los padres de Michelle y Gela deben estar revolcándose en sus puestos. De hecho, la incomodidad de Michelle a mi lado es bastante obvia, apenas se mueve y su rango de movimiento está de su puesto al puesto de Gela. Los reyes estaban en las cabeceras, los padres de Michelle a la izquierda de la reina con sus hijos; al otro lado de la reina estaban sus hijos; al lado del rey, del lado izquierdo, estaba yo (sorprendente) y a su derecha estaba Sais, es decir, frente a mí. Ah, y a su lado su esposo Dilai. Un rey de no sé donde.

La cosa es así, dos cosas: ¿por qué carajos Isis está tan lejos de mí?, ¿y por qué mierda Klaus no está ocupando mi lugar? Él es heredero al trono. Genial. Simplemente genial. Odio estar aquí. Si acepté la invitación fue por ella, y ahora me entero de que estará lejos de mi asiento. Es que los Dioses tientan mi paciencia.

Más incómodo imposible.

He llamado la atención de todos por estar comiendo bruscamente, terminaré rompiendo los cubiertos de metal. Estoy rabioso. Volví a mirar a Isis, ella estaba dedicada en terminar con esa espuma roja. ¿Cómo puede ser más interesante que yo? ¡Mírame, maldita sea!

Mírame. Mírame. Mírame. Mírame. Mírame. Mírame. Mírame. Mírame. Mírame. Mírame. Mírame. Mírame. Le decía mentalmente, pero era imposible. No tenemos ese vínculo de telepatía de compañeros. Sin embargo, para mi alegría, ella me miró, y yo la miré con cara de "explícame que mierda" pero ella volteó antes de terminar... La muy descarada.

— Dilai me ha llevado a todos los bosques orientales. ¡Son hermosos, papá! La tierra es distinta, no es dorada como la nuestra es más de un... — la escuché como hallaba las palabras —. De un rosa chillón, y su flora es más raquítica, y más larga y delgada... como... como... ¡Como si fueran hilos de gusanos! — hice una mueca, su voz aguda golpeaba mis tímpanos. Todo en ella me golpeaba. Qué irritante, joder.

Suspiré.

Ella estaba muy lejos de mí. No fue para nada como me imaginé los puestos. La miré de reojo, aprovechando que todos tenían la atención en Sais. Isis miraba su plato de comida con ojos agrandados y hombros caídos. El animal dentro de mí se removió.

No es el momento Kirnan. Estiré el cuello de mi camisa. Oh, carajo. Qué puto calor. Quise concentrarme, de nuevo, en Sais, pero es que ella y su estúpida anécdota y de como conoció la Antártida y otros reinos del mundo me valen siete hectáreas de mierda. Volví a mirar a Isis, no me voy a seguir concentrado si no come. Su palidez en la cara no me sienta nada bien.

— Como verás, Shiloh. Te he prometido que haría a tu hija feliz y... es lo que estoy haciendo. Me complace llevarla por todos los rincones del mundo antes de llegar al trono... — su voz. ¡Oh Diosa! No podía creer que alguien me cayera tan jodidamente mal solo por su voz. Estirada y... habla como si tuviera una papa hirviendo en la boca.

EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora